La Zozobra presenta: escribano o lector.
Nuestro escribano vivió desde los siete años en un pueblo costero, y aunque a simple vista parezcan aireados conjuntos arquitectónicos de cara al mar y a la costa, hay algo denso en esos pueblos. Los veranos están llenos de cuerpos y los inviernos son playas de ramas, frías y precintadas calles, edificios deshabitados y bares muertos.
Los amigos iban y venían con las estaciones. Los de verano no siempre eran los de semana santa y a su vez, éstos variaban de los de navidad. Muchos aspectos del día a día del escribano era discontinuos.
Queda el paisaje del puerto siempre con ese aspecto abandonado. Las escasas tiendas inamovibles y el, probablemente, mercado municipal más caro de Catalunya. Calles de hojas de plátano como nieve virgen. Fines de semana en el mar y en la habitación, un mundo latente a la espera de un fogonazo de eclosión.
LLegó la universidad y con ella la ausencia de padres y horarios. Aparecieron las primeras drogas: bellos y suculentos sueños diurnos; partidos de tenis sin raquetas ni pelota; amor; dolor. Una a una las primeras lecciones y los primeros poemas doloridos; uno a uno un rosario de folios escritos sobre un soporte vivo; carpaccio de tripas, razones, inspiración.
"No hay poesía, sino poesía dolorida
no hay dolor
tan sólo tu no compañía.
Este manoseado órgano sólo sabe llorar vinos y drogas.
Dicen que con eso basta,
despertares grises al amanecer,
dicen que con eso basta.
No hay poesía,
poesía dolorida."
Once asignaturas en segunda y tercera convocatoria al tercer año de carrera: derecho, derecho tumbado. Abandonó la ciudad de Pamplona como lo hace la sombra de un perro y fue a dar con Barcelona, humanidades y dos cursos donde pudo vivir solo y escribir. Escribano en plenas facultades, escribano loco, disoluto, trepado al tejado, alguien cualquiera salvándose.
De aquello salieron folios, más folios vencidos al silencio, a las tardes rotas por la mañana, a las urnas. Hubieron errores tipográficos, aciertos lingüísticos, cajas de vino tinto.. En casa tenía el espacio dividido con alfombras: a un lado la cama, la música; al otro, sobre una banqueta máquina de escribir, folios, botellas de vino y un cenicero. Una larga serie de esperanzas. Largos paseos bajo el mal tiempo y esa casa de los vapores. Semanas sin señales de vida. Un único día repetido sin cesar: escribir. La noche, la distancia, el sonido de una guitarra silenciosa, los tejados urdidos por las manos de Penélope, los edificios convertidos en árboles, locura, ira, amor desangrándose sin remedio.
Cayó entonces la universidad, el piso, el dinero de los padres y empezó el segundo nacimiento del escribano.
2 comentarios:
Dickens estaría orgulloso de usted, querido escribano analfabeto
vienes del norte?
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