lunes, 26 de octubre de 2009

Premática del desengaño contra los poetas güeros, chirles y hebenes (II)

¡Ay, parece que fue ayer!

"Itén, advirtiendo que después que dejaron de ser moros -aunque todavía conservan algunas reliquias- se han metido a pastores, por lo cual andan los ganados flacos de beber sus lágrimas, chamuscados con sus ánimas encendidas, y tan embebecidos en su música, que no pacen, mandamos que dejen el tal oficio, señalando ermitas a los amigos de soledad. Y a los demás, por ser oficio alegre y de pullas, que se acomoden en mozos de mulas.

Por estorbar los grandes hurtos, mandamos que no se pasen coplas de Aragón a Castilla, ni de Italia a España, so pena de andar bien vestido el poeta que tal hiciese, y si reincidiese de andar limpio un hora.

Pero advirtiendo, con ojos de piedad, que hay tres géneros de gentes en la república sumamente miserables, que no pueden vivir sin los tales poetas, como son farsantes, ciegos y sacristanes, mandamos que pueda haber algunos oficiales públicos desta arte, con tal que tengan carta de examen de los caciques de los poetas que fueren en aquellas partes. Limitando a los poetas de farsantes que no acaben los entremeses con palos ni diablos, ni las comedias en casamientos, ni hagan trazas con papeles o cintas. Y a los de ciegos que no sucedan los casos en Tetuán, desterrándoles estos vocablos: cristián, amada. humanal, y pundonores; y mandándoles que, para decir la presente obra no digan zozobra.

Y finalmente mandamos a todos los poetas en común que se descarten de Júpiter, Venus, Apolo y otros dioses, so pena de que los tendrán por abogados a la hora de su muerte".


Francisco de Quevedo y Villegas
Vida del buscón llamado Don Pablos

sábado, 24 de octubre de 2009

Premática del desengaño contra los poetas güeros, chirles y hebenes (I)

Colectivo Autobombo propone desfacer entuertos, en este caso literarios, y premiará con un exquisito lote de libros, a quien ofrezca un mejor desenmarañamiento del tratado aquí expuesto que, por viejo, el pasar lo ha hecho rancio y de difícil comprensión. Ayúdanos a entender el barroco y gana con nosotros miles de premios. Como hizo el mismo autor (premio extra para quien lo acierte), nos saltaremos el prólogo:


"Atendiendo a que este género de sabandijas que llaman poetas son nuestros prójimos, y cristianos, aunque malos; viendo que todo el año son cejas, dientes, listones y zapatillas, haciendo otros pecados más inormes; mandamos que la Semana Santa recojan a todos los poetas públicos y cantoneros, como a malas mujeres y que los prediquen sacando Cristos para convertirlos. Y para esto señalamos casas de arrepentidos.

Iten, advirtiendo los grandes bochornos que hay en las caniculares y nunca anochecidas coplas de los poetas de sol, como pasas a fuerza de los soles y estrellas que gastan en hacerlas, les ponemos perpetuo silencio en las cosas del cielo, señalando meses vedados a las musas, como a la caza y pesca, porque no se agoten con la prisa que las dan.

Iten, habiendo considerado que esta seta infernal de hombres, condenados a perpetuo conceto, despedazadores de vocablos y volteadores de razones, han pegado el dicho achaque de poesía a las mujeres, declaramos que nos tenemos por desquitado con este mal que las hemos hecho, del que nos hicieron en la manzana. Y por cuanto el siglo está pobre y necesitado, mandamos que mar las coplas de los poetas, como franjas viejas, para sacar el oro, plata y perlas, pues en los más versos hacen sus damas de todos los metales, como estatuas de Nabuco (...)".

miércoles, 21 de octubre de 2009

Noche de gitanos

Sin más motivo que el azote de los zotes y la reversión por la diversión me propongo comentar una anécdota que me ocurrió la otra noche mientras dormía, o pretendía hacerlo. Una historia cotidiana de aquellas que marcan el carácter y el espíritu de las gentes que la viven, sin otra pretensión que la de que entiendan con quién se tiene uno que jugar los cuartos en la calle, y que, si a veces aflora el sentimiento amodorrado más verdulero, es porque inevitablemente, como decía el cantaor: "Capullo lo lleva dentro".


Una barahúnda de gritos me despertó. Yo soñaba que estaba en una azotea, bebiendo, disfrutando, correteando, jugando con Jale y Antonio, unos amigos que viven cerca del lugar en el que ocurrieron los hechos,no sé a santo de qué fiesta. El caso es que de pronto empecé a escuchar un helicóptero que se cernía sobre nosotros. Al parecer eso de beber y disfrutar debía de estar prohibido en aquel sueño porque corrimos a cubierto y a esconder nuestras bebidas. Nuestra asociación ilícita hubo de ser disuelta ya que, aunque creímos haber despistado al gigante haciéndole creer que no hacíamos nada malo, juntando nuestras manos y formando un corro de la patata bailarín, como niños que no saben por qué se les acusa, cuando vimos volver a nuestro perseguidor tuvimos que salir corriendo, saltar por las azoteas y cornisas, bajar escaleras de caracol con la certeza de que seríamos prendidos. Entonces desperté y el ensordecedor sonido de la hélices se convirtió en el estrépito de la calle. Diferentes voces de hombres y mujeres con una cadencia repetitiva y en evolución ascendente salían al paso. Y digo al paso porque más bien parecía la procesión del Cristo de los Gitanos o el Prendimiento que ninguna otra cosa, del bullerío y el escándalo que se había formado. Las mujeres gritaban cosas incomprensibles de manera fanática, una especie de rezo a gritos que parecía querer acabar con la vida de alguien así, a puro chillido, o si se prefiere a puro cuchillido, que más bien parecían dagas infestadas que simples lamentos. Los hombres daban fuertes golpes contra los coches. El griterío conjunto era como una marea que avanzaba hasta desaparecer calle abajo para luego volver como la resaca y golpear de nuevo los oídos y los sueños de todos aquellos que intentábamos dormir. En cuanto conciliaba el sueño de nuevo volvía la barahúnda calle arriba y me despertaba a mí y a mis vecinos. Y de nuevo se asomaban caras pálidas y asustadas tras las ventanas, sin atreverse a abrir la boca, temerosos de que llegara hasta ellos la marea infernal, sin querer saber y queriendo, aparte de que cada cual estaba seguro de todo lo que pasaba, pues quien más y quien menos albergaba alguna razón que era del todo indiscutible. Yo por no dormir, imagino que como muchos otros, me daba a las conjeturas, y llegué a la conclusión de que las dos familias de gitanos que andaban a zarzazos de un lado de la calle hasta el otro intentaban dirimir su querella sin poder llamar al orden público pues la ley gitana así lo exige. Probablemente el hijo de una gitana había recibido una puñalada por parte de otro gitano, la razón es probable que fuera, o bien que alguien había descastado y arruinado el líbelo virginal de una de las hijas de otro, o bien que algún gitano se lo había montado con la mujer del otro. No se me ocurre otra causa válida más que el crimen sexual, si bien es posible que hubiera cualquier otra, una riña por controlar el negocio de la droga por ejemplo. Más me gustaría meterme en las elucubraciones de mis vecinos, y tal vez lo haga en otra parte, porque de seguro que ellos tendrán más información para contrastar con sus imaginaciones. Como bien podría hacerlo la regente de Tu Tienda Mari, justo frente a mi portal, a la que todos los parroquianos van a contarle sus disputas y sus historias. Para tres libros de los que nadie leería darían las confidencias que a esta cuentan, así que tal vez salga mañana a comprar el pan y la interrogue. Por hoy me tendré que conformar, como todos, con mis propias fábulas. Fuera lo que fuera aquello que lo provocara, lo que es indudable es que las dos familias de gitanos bailaban tarantos y bodas de sangre calle arriba y calle abajo, yendo a por el patriarca, el único con potestad para solventar sus causas y hacer justicia, y volvían de nuevo al lugar de los hechos, descontentos los unos y descontentos los otros, desangrados unos, desalmados todos.

Tras varias veces intentando conciliar el sueño y siendo despertado cuando llegaba al duermevela, por fin las voces callaron, o tal vez se entremetieron en mis sueños como los faldones de una camisa arrugada que uno no se quiere poner y ya forman parte de mi mundo onírico y real, para siempre y de una manera imposible de evitar.


martes, 20 de octubre de 2009

La barba de Schopenhauer

Decía Arthur Schopenhauer que «la barba, al ser casi una máscara, debería estar prohibida por la policía», para afirmar acto seguido que «además, como distintivo del sexo en medio de la cara, es obscena y por eso les gusta a las mujeres». Este verano se han dejado barba el Rey, el Príncipe y el portero del Real Madrid, así que yo me pregunto: ¿de qué habrían hablado este mes las revistas del corazón si la policía hubiese hecho caso a don Arthur Schopenhauer? Y, sobre todo: ¿será verdad que les gusta la barba a las mujeres? Yo me la dejé en pleno invierno y no ligué ni más ni menos, sino exactamente lo mismo: es decir, nada. Tampoco es que hiciera una encuesta para saber si estaba más agraciado, pero nadie me dijo que le pareciera obscena, y como a mi mujer le gustaba, pues qué carajo, me la dejé crecer. Al principio pica un poco, pero luego uno se acostumbra… ¡y qué descanso no tener que afeitarse cada mañana! Vale que yo me afeito una vez a la semana, pero eso no quita que a partir del octavo día me levantara todas las mañanas pensando: ay, si no me hubiera dejado barba, ¡qué pereza me daría hoy afeitarme! Luego está la cuestión de la seriedad: vamos, que la barba, como que impone. Te da un aire de gravedad. Para un escritor eso es fundamental: mira Tolstói, mira Dostoievsky, mira Hemingway, ¡mira Valle-Inclán! Cuando el editor te pregunta cómo llevas la novela, si no tienes barba estás perdido; en cambio, si la tienes, te mesas con fruición los pelos de la papada y respondes como un viejo lobo de mar: ¡viento en popa, marinero! El efecto es insuperable.

Desde luego, la barba tiene también sus detractores, y no solo el viejo Schopenhauer: que si en verano da calor y en invierno atrae a los fideos como el imán al polvo de hierro. Pero nada comparado con el placer que da dejarse crecer una buena barba. Y es que yo creo que, en el fondo, los hombres no nos dejamos la barba ni para gustar a las mujeres, ni para cabrear a los filósofos, ni para tranquilizar a los editores, sino para sentirnos un poco rebeldes. Rebeldes sin causa, por supuesto, pero rebeldes al fin y al cabo, que a cierta edad es lo que da más gusto. Por eso lo peor que nos puede pasar es que nuestra madre nos vea y diga: pues te queda muy bien la barba, hijo mío, ya era hora de que te la dejaras. Entonces no nos queda más remedio que encerrarnos en el baño y descubrir que el mayor placer de dejarse barba consiste en rasurarse de nuevo.

domingo, 18 de octubre de 2009

miércoles, 7 de octubre de 2009

Pamplinas

No recuerdo cómo, ni por qué, me encontré tumbado entre aquellas adormideras que infestan los sembrados de suelo arenisco. Más tarde, aunque también puede que ocurriera con anterioridad, tuve conocimiento de que su verdadero nombre era "pamplinas". Me parecía haber tenido algún tipo de fiebre, o que aún era presa de ella. No era muy capaz de distinguir las sensaciones ni los estadios por los que atravesaba mi pobre y aturdido cerebro. A mi alrededor todo, como si de la última pesadilla de Molière se tratara, se teñía de amarillo enfermedad, un amarillo que no se veía atenuado por la continuidad reflectiva del sol (Aviso: La palabra reflectivo no está en el Diccionario) ni por el imparable trino de los pájaros que revoloteaban a mi alrededor. Me quedaba preguntarme si aquel lugar en el que estaba formaba parte de un fin o de un principio, si se trataba del comienzo de algo o es que había alcanzado algún destino final, a partir del cual, se resolvería alguna de las muchas incógnitas que jalonan la existencia de cualquier ser cuya capacidad de raciocinio ponga en entredicho cada uno de los actos que acomete. Lo cierto es que no quería salir de allí. Bueno, no tenía ninguna inclinación a hacerlo, aunque también es verdad que de haberlo intentado no habría tenido posibilidad de llevarlo a cabo. ¿Qué era aquello que me mantenía paralizado y anonadado, si no la belleza de todo aquello que me rodeaba?

martes, 6 de octubre de 2009

viernes, 2 de octubre de 2009

Lo que faltaba...

"Desde que me comprometí con la candidatura de Madrid 2016, cuando termino un partido no sólo me pregunto cómo he jugado. Me pregunto también qué ejemplo he dado, especialmente a la gente joven.Tanto dentro del estadio como en mi vida diaria. Esos son los valores por los que trabajamos en la candidatura de Madrid. I believe. We believe."

Raúl, en Copehagen

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