miércoles, 30 de julio de 2008

Crónicas de Il Zar Averno III

Cuando solté la maleta no había nadie conocido por allí, sin embargo el lugar me resultaba vagamente familiar. A mi espalda había un pequeño hotel con un cartel que informaba del precio por habitación. Pensé que me iría bien dejar allí mis cosas de momento y entré. El recibidor estaba vacío aunque se oían voces en el salón contiguo, al asomarme descubrí que todos vestían de noche a pesar de ser temprano por la mañana. Retrocedí un poco, otra vez en el recibidor había un tablero de madera con las llaves de las habitaciones colgadas, al mirar hacia mi derecha intuí en una sala pequeña con sillones a una mujer hablando por teléfono, me pareció ver que vestía un traje negro con falda estrecha hasta la rodilla y unas pieles en el cuello, parecía mantener un conversación decisiva. Adiviné que ella era la dueña del hotel, di un paso atrás, descolgué la llave número trece y subí con la maleta en el ascensor. Encontré fácilmente la habitación y tal como esperaba estaba deshabitada, así que dejé la maleta y me eché un momento en la cama. Justo antes de dormirme me levanté, lavé la cara, pinté rojo los labios y salí. En el salón los elegantes reían y exageraban sus tonos de voz, y la mujer del teléfono ya no estaba, así que decidí salir a pasear, despejarme. Antes de salir me interrumpió una joven que parecía insinuarseme, pero me hice la despistada. El sol brillaba con una luz casi blanca y no vi acercarse al coche que estacionó delante mío; de él bajo una señorita que se alejó calle abajo, el conductor en cambió se quedó quieto, mirándome. Al reparar en él recordé que le conocía, poco, era el ex-marido de una conocida. Me preguntó si necesitaba que me acompañara a alguna parte pero yo decliné la invitación, quería pasear un momento por la playa, aunque sabía que no tenía mucho tiempo, además me resultaba incómodo tener de tercera persona innombrada a mi amiga, pero tampoco era mejor nombrarla. Seguí caminando, me descalcé porque la arena avanzaba tacón arriba. Al ver una playa tan ancha, vacía y bañada por esa luz que no permite sombras recordé los campos de concentración que alguna vez había visitado en el sur de Francia. Suele ocurrirme esto ante la visión de un paraíso, me asalta inesperado un pensamiento macabro. Y entonces vino a mi encuentro Luisa:
-¿Es que no pensabas venir a vernos? ¿Cuanto hace que has llegado?
- No hace ni dos horas, sólo quería pasar un minuto por aquí, para saber dónde estoy- realmente lo desconocía.
- Bueno cariño ven a comer cuando hayas visto a todos, ya sabes que puedes quedarte a dormir en casa si quieres.
-Bueno, de momento no, pero gracias. Pensaba ir a veros. -No les mentía, aunque hasta ese momento no había sabido que iba a hacerlo.
-Gracias, gracias,… ¡Qué tonterías se te ocurren!
Yo me quedé un poco conmocionada, estaba allí sin saber porqué pero evidente que existía el tal porqué, e incluso parecía que otros lo conocieran. Miré el mar, no era distinto a otros, brillaba mucho, los pequeños espejitos de luz me recordaron algún desmayo, aspiré fuerte, me llené los pulmones de aire mezclado con iodo, estuve un rato quieta dejando que el pensamiento planeara por encima de las olas, el viento removía mi pelo y mi vestido, todo lo demás existía difusamente. Estaba descalza, los pies me hundían de placer en la arena, y de pronto supe que debía irme de allí, a pesar del placer, el descanso, debía hacer algo, indeterminado por el momento; esa era una extraña sensación, no sabía qué hacía allí, ni cómo había llegado, pero no estaba asustada, todo ocurría de modo natural. Empecé a andar un poco mareada por el sol, enseguida salí de la playa, estaba en la calle del hotel, al otro lado había un mercadillo... Seguí caminando y una mujer de negro, con pañuelo en la cabeza me invitó con una seña a entrar en su casa, era fresca, de paredes anchas y olía a acelga hervida y a humedad, me senté a la mesa y ella me puso un vino blanco, con sifón y menta, delante .
-Con esto te encontrarás mejor- me dijo- y ahora cuéntame, ¿Qué has hecho estos años?-.
No recordaba conocerla.
- He andado mucho en la ciudad, he conocido gente, he visto.
-¿Qué has visto?
- Gestos, voces. He sentido muchas cosas que antes ni imaginaba, y he aprendido a valorar mi tiempo.
-Eso último aquí no te va a servir.
Decidí que tenía que marcharme, aquella mujer de aspecto antiguo, me recordaba las fotografías del campo en tiempos franquistas, y a pesar de que me transmitía cierta tranquilidad, sus palabras eran inquietantes.
-Tengo que irme, lo siento, me esperan unos amigos.
-Claro que sí, pero niña, aquí tienes todo el tiempo del mundo.
-¿Qué quieres decir?
-Que estás muerta.

tarot y nacionalismo 1

Desde Menorca ("Osamo en Bini Ladín!") nos llega una contribución al Congreso de Tarot y Nacionalismo. A cambio, qué menos que vayamos contando los detalles del congreso; si desde las arenas erógenas de Cala Mesquida se encuentra tiempo, ¿cómo no lo vamos a encontrar los demás, campeones de pingpong, comedores de chuletas, tramposos de lobos y demás?

Besos de Leli desde la corresponsalía de Madrid

"La Tierra parecía un lugar peligroso pero la nave tenía poco combustible y no parecía que por los alrededores hubiera un destino mejor. Cuando aterrizaron, los primeros hombres que poblaron la tierra se dispersaron para investigar el terreno y ya no pudieron encontrarse de nuevo. Cada uno recorrió muchos kilómetros asombrado por la belleza del planeta y sin fijar puntos de referencia para la vuelta, así que después de meses de vagar sin destino fueron asentándose cada uno en el lugar que más les había hecho llorar, una estraña costumbre esta de los humanos, su predisposición para la infelicidad.
Uno de ellos, a quién siempre habían llamado Adan, tenía un extraño objeto de predicción llamado Tarot, al que raramente acudían, porque por propia experiencia los hombres sabían dos cosas: que es mucho más divertido no saber y que el Tarot suele dar información incomprensible cuya interpretación había causado en tiempos, sangrientas y costosísimas disputas. Adán, sin embargo, desesperadopor su soledad, sacó el fajo de cartas del atillo donde lo llevaba desde hacía una eternidad, lo que duraba su vida mientras no se viera afectada por la gravedad, y echó una tirada: Los hombres se juntarán para tomar otro nombre porque llegará un día en que quieran formar un gran monstruo que primero tendrá una cabeza pero después tendrá muchas y será mucho más fuerte que ellos."

viernes, 18 de julio de 2008

Propuestas congresiles lúdicofestivas et al.

Aunque solo sea para darle un poco de vidilla a este blog que lleva más de una semana catatónico, aquí van un par de propuestas autobombásticas.
La primera, para ir animando ese congreso-despedida que se avecina y se augura antológico (perdón, autológico). Algunos de vosotros sabéis de mi afición por un film para mí mítico, como es El gran Lebowski, de los hermanos Cohen; pues bien, hoy aparece un artículo en EP3, titulado "Todos somos Lebowski", en el que se explica que desde hace varios años un grupo de frikies celebra el Lebowski Festival, en donde (como si de un nuevo Rocky Horror Picture Show se tratara) los asistentes se relacionan entre ellos a base de frases extraídas de la película y siguiendo una filosofía que ellos llaman "el notismo" (de El Nota, protagonista del film interpretado por un fantástico Jeff Bridges). Pues bien, propongo que durante el congreso (si los recursos lo permiten, y al igual que en otras ocasiones se ha hecho con otros films de culto) se proyecte ininterrumpidamente la película y que nos dejemos imbuir del espíritu notista...
Y la segunda, para continuar con el estrepitoso fracaso de los "Campamentos oulipianos de verano (y 2)", propongo la creación colectiva (a ver si a alguien le pica el gusanillo) de lo que podríamos llamar una "bola de nieve palindrómica". Se trataría simplemente de ir construyendo un palíndromo colectivo, alargándolo por ambos extremos, pues en el centro se encuentra ya el punto de inflexión (es decir, el punto central a partir del cual se van repitiendo las mismas letras a izquierda y derecha). Me explico con un ejemplo que podemos usar para ir construyendo la bola de nieve palindrómica (o si alguien prefiere iniciar otro que lo haga):
Primero escribí "Abomino, pero paso cada cosa por epónimo ba[nal]". La 'd' de 'cada' es el punto de inflexión. Luego, alargando por ambos extremos, llegué a: "[Pe]rsona mala, deshaz a la fémina Li su plan. Abomino, pero paso cada cosa por epónimo banal, pusilánime falaz... ¡Ah, se da la mano, Sr.!". Para acabar más tarde así: "Cita: paso terreno para Paco. Persona mala, deshaz a la fémina Li su plan. Abomino, pero paso cada cosa por epónimo banal, pusilánime falaz... ¡Ah, se da la mano, Sr.! Época para poner retos apátic[os]". En fin, una gilipollez como cualquier otra, pero muy apropiada para este verano que nos tiene aletargados.
¡Salud y autobombo, camaradas! Y no olvidéis que Marta Polbín os echa de menos...

jueves, 10 de julio de 2008

Un gran precursor del Autobombo

fotografía de Lothar Wolleh, 1967
Aunque pueda parecer obvio, es imprescindible rememorar a ese gran precursor del autobombismo que fue René Magritte.

Golconde, 1953
Les fils de l'homme, 1964
***
Y del mismo modo, expulsar sine díe del paraiso a Rufus Wainwright por eleminar nuestro ilustre emblema de su versión de Across the Universe.

miércoles, 9 de julio de 2008

Suspense

Anunciamos a bombín y platillo la publicación de una nueva traducción inédita de Joseph Conrad a cargo de un elemento, si bien periférico y crítico, no menos querido por el autobombismo. Lean el inicio de Suspense, Una novela Napoleónica, editado por Funambulista.

reseña de la novela en Literata

"En la ladera de una árida montaña, cuya cresta pelada dibujaba en lo alto del cielo oscuro un contorno resplandeciente y fantasmal, un brillo enrojecía las fachadas de los palacetes de mármol que allí se agolpaban. El sol invernal se estaba poniendo por el Golfo de Génova. Más allá de la inmensa costa, hacia el este, el cielo era como un cristal oscurecido. También el mar abierto aparecía cristalino con una pátina púrpura en la que la luz de la tarde se demoraba como si quisiera aferrarse al agua. Las velas sin viento de unas cuantas felucas lucían rosadas y alegres, inmóviles en la penumbra que de todo iba adueñándose. Todas las proas se dirigían hacia la soberbia ciudad. Al abrigo del largo embarcadero que tenía una torre circular y achaparrada en el extremo, el agua del puerto se había ennegrecido…"

primer capítulo completo, cortesía de Funambulista, aquí

sábado, 5 de julio de 2008

Pepe Enroque, comentarista deportivo (crónica desempolvada)

El inicio del verano es época de cambios en el armario, guardamos la ropa de invierno y sacamos con regocijo las frescas telas veraniegas. Y entre tanto meter y sacar, uno acaba desempolvando prendas que ya tenía olvidadas. Así que, envalentonado por los ánimos capciosos de Anica Ratt, he aquí mi humilde contribución a esa salida masiva y desacomplejada del armario que estamos llevando a cabo con nuestras crónicas deportivas: un vaporoso suéter que tejí hará cinco o seis años y que ahora saco del armario con su inevitable olor a naftalina... (Siento repetir deporte, pero es lo que hay, camaradas.) M. P.

“Buenos y buenas tardes señoras y señorees… Amantes y amantaas de este paradójico deporte que sólo produce agujetaas en las neuronas… Les habla Pepe Enroquee, desde Radio Nacional de Españaa. Hoy, para todos ustedees, la gran final del campeonato mundial de ajedrez que enfrenta al ruso Vladimir Crapulentov contra el kazajstaní Anatoli Dudov. Dos de los más excelsos ajedrecistas de los últimos años, sin duda alguna… En breves instantes, la gran final: Crapulentov con piezas blancas; Dudov, con las negras. Los dos contrincantes se miran, se observan, se escudriñan. Por fin se dan la manoo. Crapulentov, cortésmente, le desea suerte a su rival: “Iob tvaiu mat”[1]. Y empieza la partidaa… Crapulentov agarra con fuerza el peón de rey y lo avanza dos casillas… descargándolo con tal fuerza que todas las demás piezas se ponen a temblar… Dudov, acongojado, no se atreve ni a respirar. Es su turno, pero no mueve. ¿Tan difícil es la primera jugada? No se puede dudar tanto en el primer movimiento, porque entonces se desperdicia tiempo para cuando la partida se torne más complicada. Pero no mueve: está indeciso, damas y caballeros. Pasan los minutos inexorablemente. El tiempo se agota. Cada vez queda menos… es incomprensible lo que está pasando… Dudov está petrificado, unos segundos más y habrá perdido la final mundial sin haber movido ni una sola ficha… esto es alucinante… En cincuenta años que llevo retransmitiendo este deporte nunca jamás me había encontrado con nada semejante… Finalmente Dudov levanta la mano… por fin, quedan tan sólo diez segundos para que caiga la bandera… parece que va a mover su peón de reey… ¡pero no! ¡¡Señores y señoras!! Acaba de coger su rey y… ¡¡¡lo derriba!!! ¡Lo nunca visto, acaba de rendirse en la primera jugada! Realmente, Anatoli Dudov es asombroso, nunca había visto una mente tan impresionante… Sin duda acaba de ganarse un sitio de honor en el pabellón de los más grandes jugadores de ajedrez de todos los tiempos… Su mente es tan prodigiosa que ha podido calcular todas las jugadas que seguirían con total seguridad al primer movimiento de su rival y al ver que perdería ha tenido la dignidad de rendirse y pasar de este modo a la posteridaad… ¡Impresionante, damas y caballeros, la partida que acabamos de presenciar! Hasta la próxima semana, Pepe Enroquee, en Radio Nacional de Españaaa…”

Al sacar el suéter, he visto que en el fondo del cajón había un cinturón con forma de cita. Decía: “El ejercicio físico desarrolla los músculos. Pero el culturismo hipertrofia una parte del cuerpo en detrimento del todo. Y los ajedrecistas son culturistas de la mente. Por eso jugar bien al ajedrez suele ser un signo de inteligencia, mientras que jugar muy bien suele ser un signo de estupidez”, Carlo Frabetti.


[1] Si no recuerdo mal, se trata de una frese rusa que saqué de un cuento de Slawomir Mrozek y que significa, más o menos, “que se follen a tu madre”. (Si hay algún Freixa suelto por ahí que pueda corroborar esto, le agradeceríamos que se pronunciase.)

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