martes, 3 de junio de 2008

Escribano analfabeto.

Cap VI
...paisajes que le dejaban sin escapatoria; encuentros forzosos con la nada, el espacio entre dos sentimientos, la suspensión por un segundo del trapecista de su cabeza.
Escribano era feliz en el país de las brumas, aquel cielo bajo e inmenso y ese sol que el Mediterráneo anhela en cada atardecer. Andaba la mañana, andaba la tarde y por las noches se refugiaba al calor de los banjos y la cerveza negra.
Puede que este capítulo suene muy idílico a ojos lector pero fue exactamente así y todavía más delicado, añejo y lírico. Escribano melancólico, Escribano bajo la lluvia; Escribano con la mirada detenida en los rápidos del río, los cisnes, las barcas negras: Escribano fumador, conmovido con su verdad en la mano y el horizonte ancho.
Hubo amigos. Olof, sueco de sonrisa en la mirada, pelo atolondrado y variación musical de un alma muy parecida a la de Ascher. Olof recogía mejillones cuando bajaba la marea, tocaba la mandolina, saltaba por la playa, el campo, la casa.
Y si en un principio escribano socializó e incluso trabajó en lugares públicos, con los meses se fue retirando de la vida social para pasar los días en su diminuta casa a pie de jardín. Entregado a su oficio, hacía una diaria salida nocturna a su pub preferido con una puntualidad religiosa. Allí, los mayores le hablaban del cielo irlandés: “there’s no sky like irish sky...” bebían con él y él con ellos caldeando y dulcificando las noches al amparo de una paredes tan negras como su cerveza.
Pasaron los meses, y los días del Escribano eran planos, carentes de las tripas que evocaban sus letras. Progresivamente se fue sumiendo en una plácida tristeza que lo empujaría a dar paseos todavía más largos. Escribano se deshacía como una piedra de sal bajo la lluvia. Escribano solitario, Escribano aullando entre sábanas, Escribano en un avión, Escribano enfermo.
La vuelta a España fue fácil de no ser por la pneumonía que se trajo de Irlanda y que supuso un retiro de un mes en la casa familiar donde reposo y comida lo dejaron como nuevo. Una vez recuperado, Escribano volvía a Barcelona donde le esperaba la experiencia más real, peligrosa y brutal de su vida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Adictos ya a la autoficción, esperamos en ascuas el próximo capítulo, yo por lo menos sudo mi bombín intentando descubrir cuál es ese acontecimiento brutal que nos promete desvelar en la siguiente entrega.

Antartica dijo...

Suspense. Deseo. Seducción narrativa.

Espero la siguiente entrega ansiosa.

Anónimo dijo...

mmmmmmmmmmmm
dame mássss

Anónimo dijo...

querido escribano analfabeto, para empezar celebrar el manotazo enológicornudo que creo ha sido injustamente poco comentado y luego, manifestar mi espera anhelante de la siguente entrega.

Anónimo dijo...

¡¡¡¡sí celebremos la enologicornudez!!!

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