Escribano analfabeto.
Cap VII (la pesadilla y el pinball)
Nada más pisar la ciudad, una conocida le ofreció una habitación que alquilar a un precio más que moderado.
La casa tenía un recibidor oscuro que se abría a un largo pasillo del que emergían las habitaciones. Una de esas casa tan grandes como mal distribuidas. Al entrar, al fondo del pasillo y a contraluz, vio una silueta de mujer. Era una figura alta y delgada que al acercarse se descubrió completamente vestida de negro excepto por los zapatos de tacón que eran de un granate escarlata con los talones desgastados. Más tarde supo su nombre, visitó su habitación, aprendió sus manos, su rostro y su enfermedad.
Aquella mujer resultó ser como un pequeño dragón con unas enormes fauces. Poco a poco el mundo del escribano fue reduciéndose al de ella y su adicción. (Dicen que la primera vez que se a llamó "heroin" fue en la guerra de Vietnam porque infundía valor a los soldados norteamericanos.
Con los meses, Escribano kamikaze, alquilaron un piso juntos. Era un piso con dos habitaciones en uno de los barrios más conflictivos y ruidosos de la ciudad. Había una doblez en aquella sufriente mujer que Escribano adoraba; un pliegue que extendido abarcaba toda su ternura. Escribano padre, Escribano sanador, Escribano todas las tareas del hogar, Escribano angustia, Escribano demencia, demencia enamorada. Aquello duró algún tiempo, un año para ser más precisos y Escribano, exhausto y habitando algún tipo de fondo sin nombre, animó a ciegas a su compañera de infierno a internarse en un centro de desintoxicación.
El piso quedó en silencio y Escribano con él. Durante una o dos semanas su cuerpo y sus pensamientos quedaron suspendidos. Escribano sabía que estaba reflexionando pero se le escapaba la naturaleza de sus reflexiones. Sentía como la bolita rebotaba entre los resortes generando conclusiones, preguntas, respuestas y no le inquietaba desconocerlas por completo, entendía que aquello era de lo más normal. El tiempo no cura pero piensa mucho mejor que nosotros.
4 comentarios:
Venga, perros y perras, que el verano os tiene aletargados! ¿A qué esperáis para aplaudir al escribano analfabeto y loar sus entregas al más puro estilo folletinesco? Escribano, tus capítulos dan continuidad a este blog y no puedo dejar de felicitarte por ello. ¡Viva el escribano pródigo!
Está usted al quite. Y no da rienda suelta, señorita Polbina.
Cierto es que la novela por entregas nos mantiene engranados y cierto es que la última frase, el engarce perfecto.
Sí, a mí también me agradó la última frase, todo un hallazgo...
Estoy de acuerdo con Monsieur Anónimo. Esa última frase me ha parecido lapidaria. Mi deseo por seguir leyendo esta curiosa novela por entregas del Escribano Dickensiano va in crescendo. Comme il faut.
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