martes, 29 de marzo de 2011

METRO

Me contaba ayer una amiga que su compañera de trabajo le había censurado por colarse en el metro. A todos los que nos jode pagar un precio que nos parece abusivo, nos han venido alguna que otra vez con el cuento de los impuestos y que si no pagas eres un aprovechado, un insensible y a fin de cuentas un ladrón. A mí, la verdad, me parece que casi ocho euros por diez viajes es una salvajada. En cambio, los tres euros cuarenta de la tarjeta rosa que compro habitualmente me parecen razonables e incluso necesarios para mantener un servicio cuya construcción ya ha sido más que amortizada. No sé, seré codicioso o ladrón pero me toca los huevos que me sangren por un servicio que tiene un horario casi de colegio. Mucho hablar de Barcelona activa y de motivar a los emprendedores mientras bares, restaurantes y salas de cine, por mencionar algunos negocios, pierden clientes pasadas las doce. Pero no quiero olvidarme de la compañera de trabajo de mi amiga. Y es que serían necesarios tanto párrafos y retretes para satisfacer mi descomposición administrativa... No quiero olvidarme de ella porque sospecho que la gente bien pensante a los que les parece mal que te cueles en el metro eran los niños que señalaban cuando el profe preguntaba quién había sido. Esos que no se metían con el más bajito, más feo o más débil pero que se reían cuando otros lo hacían. Los temerosos, los obedientes, los chivatos que no contemplaban la posibilidad de que fuera el profesor el malo. ¿ Son esos ciudadanos, contribuyentes, los mismos que señalaban a su vecino cuando la Inquisición o los fascistas los amenazaban? Será mi condición de egoísta y de ladrón, pero creo que sí.

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