miércoles, 5 de marzo de 2008

I CAMPEONATO DE PROXEO AUTOBOMBÁSTICO

Viendo que se acerca la inauguración de la próxima temporada de Proxeo, y sabiendo que tenemos aún pendiente la elaboración de las crónicas del guateque, me tomo la libertad de demandar contendiente con nombre y apellidos para el próximo combate proxeístico. Las reglas son simples: en él se enfrentan dos miembros del colectivo esbozando un tema común(en este caso será Berlín) e incluyendo en su historia al miembro contrincante intentando hacer uso de la ironía o incluso la mofa sarcaústica para tumbarlo sobre la lona. El árbitro será el publicante de la semana (en este caso El Sargento Pioje) y los miembros del colectivo los encargados de votar (si es que esto fuera necesaio) quien ha sido el ganador del combate (si es que hubiera de haber vencedores y vencidos). Así mismo habrá un máximo de cuatro rounds, o cuatro textos, dos por cada participante, pudiendo convocarse un quinto round definitivo en caso de empate.
Preparénse todos pues para la primera velada que enfrentará por un lado del cuadrilátero a El Ogro del Sí (O combates O derrotas) y por el otro a Zorra Alevín (O combates, O victorias).
¡Que empiece el espectáculo!


Crónicas Berlinesas (First Round), por El Ogro del Sí.


No sé si pasó exactamente en el momento de aterrizar o quizás antes, cuando mis ojos se cruzaron con los de la Zorra para mostrarles asombrados lo que sucedía bajo nuestros pies: la belleza de las interminables crestas de la cordillera alpina me volvía gélido con su sola visión y parecía tener el mismo efecto en el rostro congelado de mi compañera de aventuras. Paralizados como quedamos no volvimos a abrir la boca hasta poner pie en tierra. Pensé que era por la presión en los oídos o por lo dificultoso de la “maniobra” de apertura de los canales respiratorios que la Zorra mantenía su boca abierta desde que avistara el momentum criogénico. Tal vez, después de todo, no eramos presa del mismo sortilegio. Al rato me di cuenta de que era otra razón la que le hacía mostrar ese aspecto de muñeca hinchable: nuestra amada compañera tenía una estalactita alojada en la garganta. Fue al arrancársela cuando nos dimos cuenta del fenómeno. Me dio las gracias y empezó a detallarme cómo había sido el proceso de congelación y las razones científicas para ello. Nada extraño pensarán. Lo curioso es que lo hacía todo con un marcado acento de Leipzig y que yo la comprendía perfectamente cuando ninguno de los dos antes había hablado más de dos palabras en alemán. Fue sólo el primero de una sin par carrera de cambios en nuestra conducta. Lo siguiente fue el pasaporte. Había cambiado tanto la ciudad de expedición como nuestros lugares de nacimiento. Nos encontramos convertidos, súbitamente, en ciudadanos alemanes.

Uno podría pensar que lo lógico de una visita a Berlín sería visitar restos de iglesias bombardeadas en la II Guerra, búnqueres del Este o museos de historia nacional. Hubiera sido lo lógico sí, pero quién hace turismo en su propia ciudad cuando ya lo conoce todo. En el aeropuerto nos encontramos con nuestra vieja amiga Säre que nos llevó hasta el apartamento en el barrio de Kreuzberg y nos hizo saber ante nuestra estupefacción que aquella era nuestra casa. No nos costó mucho hacernos a la idea, sobre todo después de conocer a nuestro otro compañero de piso que respondía al extraño nombre de Ateo Nürberg, a pesar de lo cual se comportó en todo momento como un auténtico sacerdote samaritano, haciendo todo tipo de rituales de bonanza y libaciones en nuestro honor. El primero de ellos fue el conocido “Brathuhnritual”. Se trata de un proceso elaborado en el que primeramente se asa un pollo de granja ("felices"creo que los llaman) previamente bendecido hasta dejarle la piel crujiente como las matutano. Tras esto intentas comer la carne del pollo con un instrumento de plástico hasta conseguir que el utensilio se parta hecho astillas. Sólo entonces se procede a la parte más importante: se separa la piel del pollo y se pasa por el cuero cabelludo para después ingerirla cuidadosamente. Al parecer se trata de un antiguo rito de Wesfalia que hace incrementar la capacidad de concentración. No tardamos en notar sus efectos. Minutos después la señorita Alevín leía Gadamer en el metro mientras conversaba con nosotros. Con el rabillo del ojo veía las noticias que ofrecía la pantalla bajo el techo y mentalmente hacía la lista de la compra. Apuntaba esto con el pie derecho mientras con el izquierdo tomaba notas relevantes de Wahrheit in den Geisteswissenschaften. Quizá alguien piense que exagero pero verán que no es de recibo. Me quedo con aquel momento único de comunión en el que gracias al “Brathunhritual” el metro pareció pararse y darle la razón al maestro cuando entre todos los pasajeros comenzamos a establecer un diálogo: amas de casa, obreros, empresarios, campesinos, ejecutivos y estudiantes, todos contagiados por el efecto mágico de la piel crujiente y encontrando la verdad en la dialéctica gadameriana. Jamás olvidaré el discurso de esa madre turca que hablaba fervorosamente mientras tapaba la boca de su hijo con un pecho enorme: “En Gadamer queda claro que se concilian la izquierda y la derecha -sostenía-, incluso cualquier forma religiosa, pero si Hegel había desarrollado una filosofía de la religión, una “teodicea” de la historia y apelaba a una teología “pascual”, ¿hemos de leerlo como un teólogo o como un pensador antropológico que suprime la metafísica antes de realizarla?”. Como tampoco olvidaré la respuesta que dio un ferrallista de Postdam como sacándose una esquirla de la bota: A Hegel no hay que leerlo hay que superarlo”. Nunca aprendí tanto como en ese vagón.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Ladies & gentlemen! El combate ha dado inicio con un Ogro desbocado, mandando zurdazos a diestro y siniestro e intentando noquear a su adversaria ya en el primer asalto! Pero conocido en todos los torneos de prestigio es el punch 'foremaniano' de Zorra y arrinconada nadie sabe cómo despertará de esa lluvia de ostias...

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Anónimo dijo...

durante la publicidad...propaganda electoral...

el domingo, recuerda:

VOTA COLECTIVO AUTOBOMBO
¡la mejor garantía para que tu voto revierta en tu favor!

Anónimo dijo...

No quisiera entrometerme en el combate (no vaya a recibir un zurdazo en plena jeta), pero es que últimamente estoy REleyenedo a Gadamer y "quisiera recordar que el propio Husserl se había planteado ya la problemática de las paradojas que surgen en el desarrollo de su solipsismo tradicional", por lo que "no es objetivamente fácil señalar el punto desde el que Heidegger podía plantear su ofensiva al idealismo fenomenológico de Husserl".
Lo digo por si te puede ayudar, Zorrita, porque los ganchos del Ogro han sido hermenéuticamente demoledores... ;-)
Marta Polbín

Anónimo dijo...

Gadamer, Husserl y Heidegger, menuda farra! Pero si de verdad queremos diversión, llamemos al siempre alegre Schopenhauer

Anónimo dijo...

Gracias profesor Polbín por hacernos partícipes de sus inquietudes fenomenológicas.
Ya que usted lo cita quizá estaría interesado en saber que Deleuze tiene un estudio referente al tema en el que para más delirio de sus seguidores autobombásticos emparenta a Heidegger con la patafísica faustroliana: "En primer lugar, la patafísica como superación de la metafísica es inseparable de una fenomenología, es decir de un nuevo significado y de una nueva comprensión del fenómeno. Se trata de una similitud alucinante entre ambos autores. El fenómeno ya no puede ser definido como una apariencia; pero tampoco se definirá, como en la fenomenología de Husserl, como una aparición. La aparición remite a una conciencia a la que se le aparece, y asimismo puede existir bajo una forma distinta de aquella que hace aparecer. El fenómeno por el contrario es lo que se muestra a sí mismo en sí mismo.[Un reloj de pulsera aparece redondo cada vez que se lee la hora (utensilidad); o incluso, independientemente de la utilidad, en virtud de las exigencias de la conciencia exclusivamente (banalidad cotidiana), la fachada de un edificio aparece cuadrada, siguiendo unas constantes de reducción. Pero el fenómeno es el reloj como serie de elipses o la fachada como serie infinita de trapecios: mundo compuesto por singularidades notables, o que se muestran (mientras que las apariciones no son más que singularidades reducidas a lo corriente, que se aparecen corrientemente a la conciencia). El fenómeno, en este sentido, no remite a una conciencia, sino a un ser, ser del fenómeno que consiste precisamente en el mostrarse. Este ser del fenómeno es el «epifenómeno.», in-útil e in-consciente, objeto de la patafísica. El epifenómeno es el ser del fenómeno, mientras que el fenómeno tan sólo es el siendo, o la vida. No es el ser sino el fenómeno lo que es percepción, percibir o ser percibido, mientras que Ser es pensar.Sin duda el ser o el epifenómeno no es más que el fenómeno, pero difiere de él totalmente: es el mostrar-se del fenómeno".
En "Crítica y Clínica", Gilles Deleuze, Anagrama, Barcelona, 1996, pp. 128-136

Anónimo dijo...

...por què los hombres cuando pegamos, lo hacemos sin hacerlo llenos de aire...y ellas, sin proponèrselo, golpean simplemente mantenièndose firmes, con sus botas firmes de cuero
que nosotros lamemos con fruicciòn...lo siento gordi, las deseamos màs de lo que queremos golpearlas

Anónimo dijo...

...por cierto que he visto el combate en diferido...a veces es mejor asì...puedes ver a càmara lenta las salibas y los dientes rotos...el oleaje de la sangre sobre la lona...

Anónimo dijo...

Una vez más: el proxeo no consiste sólo en dar golpes, sino en saber esquivarlos; el juego de piernas, querido es imprescindible, y aquí quiéralo o no, mi ventaja es indudable.

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