lunes, 4 de abril de 2011

Agamenón: parte 1

1

En casa tengo dos cabras: ella se llama Manolita y él Agamenón. Entendámonos (y mejor empecemos con buen pie, porque luego se pondrá la cosa más complicada): las cabras no viven dentro de la casa, sino fuera, en el huerto y el trozo de bosque que forma parte de la finca. De nuevo, aclaración, ya que finca suena demasiado terrateniente. La casa es una cabaña que a fuerza de sufrir ampliaciones se ha tornado en una bonita residencia, si bien algo caótica. La cocina es amplia e invita a largas cenas, que empiezan tomando vino y conversando mientras alguien cocina un mero o un cordero y pueden extenderse durante horas mientras la digestión y la charla se escurren con dulzura por los meandros de un anochecer estival. Las puertas y ventanas se abren en estas ocasiones y a la cocina acuden las fragancias del secarral mediterráneo tras un día de lenta y persistente insolación. Allí fuera, entre los márgenes de piedra antiguos, las hierbas olorosas y alguna que otra hortaliza, que crece más por obcecación que por mis cuidados, pasan sus días las cabras. Sobre el trozo de bosque, baste decir que una docena de olivos arrugados sirve de territorio a tres o cuatro tortugas de tierra, pero no a las cabras, excepto cuando yo las acompaño hacia ahí para que repasen el sotobosque.


Pero hoy el macho ha roto la traba que asía sus patas delanteras, y se ha escapado. Agamenón, disfrutando de una libertad largamente aplazada, desperezando sus piernas hechas para el brinco, la ha emprendido a saltos. Al acercarme, se ha puesto a zigzaguear con un estilo y un vigor instintivo. En vista que el ataque directo era baladí, he empezado a arrinconarle muy despacio, sin que la cabra se diera cuenta. En la batalla Agamenón me supera, mas no en la guerra. Heredero de grandes estrategas, mi visión estratégica supera sus tácticas de corto alcance, con lo que en un momento dado he tenido a Agamenón acorralado en una esquina.


Cuando me disponía, cual vaquero, a atrapar a Agamenón con una lazada, la cabra me ha hablado. Con parsimonia, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, la cabra me ha dicho que en una multiplicidad de universos, el lazo que ahora quedaba colgando a mi anonadado costado volaría y se anudaría a mi cabeza, y sería yo quien se enzarzaría, retorciéndome en espasmos, en una lucha que hincaría cada vez más la cuerda en mi piel y acaso terminara provocándome la asfixia. Me ha preguntado si, en mi opinión, la relatividad abierta por tal apreciación podía alterar mi resolución, aportándole consideraciones metafísicas que antes, desde la perspectiva pobre del universo habitual, no tenía, y ha aprovechado mi estupor para dar un esbelto salto por encima de un pequeño muro y escapar así de la esquina donde lo tenía acorralado.


La siguiente parte de la historia tiene lugar en mi escritorio, de vuelta a la casa. La habitación que se alza en lo alto de la casa, con amplias ventanas a ambos lados, y una decoración austera que la hace ideal para la reclusión, casi franciscana, que requiere mi escritura, es el destino único para alguien que entrara por la puerta y tomara las escaleras. Es el lugar donde me encuentro a Agamenón tras perseguir su sombra saltarina. La cabra ha empezado a comer libros y ha escogido bien: como aperitivo qué mejor que novela rosa, algo ligero y apetitoso. Pero pronto descubro su juego, y me pongo en alerta: una de las pezuñas de Agamenón está sobre mi manuscrito, las galeradas de correcciones que llevo nada menos que seis meses preparando. Así que, sin tiempo para debatir la naturaleza de esa voz que, si bien con un timbre algo contrahecho, he oído muy clara, los actos de la cabra me obligan a creer en la realidad de lo que está pasando. Lo que está en juego, para mí, es muchísimo. La pregunta a la que me enfrento ahora es la siguiente: ¿existe maldad en la cabra, o se trata tan solo de transferencia antropocéntrica por mi parte? Interpretar los actos e intenciones de un animal puede ser relativamente fácil, si bien nunca podamos tener ninguna certeza, pues ningún animal nos ha dicho nunca que tengamos razón. Sin embargo, saber, conocer a un animal que habla, multiplica la dificultad.


Por si acaso, adopto una actitud relajada y hago un esfuerzo monumental para apartar mi mirada del manuscrito. Esbozo una media sonrisa, y mientras me acerco a la ventana de poniente, digo:

- Bien, bien...


3 comentarios:

Hans-Georg dijo...

Me encantan los animales que hablan. ¿Qué estará rumiando Agamenón? ¿Querrá ayudar a la Borratxes a terminar las tantálicas con información de primera mano? ¿O querrá el bisnieto preservar la imagen de su bisabuelo?

puta psicótica dijo...

Ei, zorra, qué bien, qué bonito lo que escribes, muy agradable de leer y muy gracioso, y nada, yo escribí algo así como un cuento en los comentarios de la anterior entrada (no sé si equivocándome de lugar)puta psicótica cortándose las venas 1 y 2, que tampoco es que sea la bomba pero que creo que no está mal, y me pregunto si no me podríais ayudar o algo otorgándome al menos un espacio donde jugar y comunicarme aquí, que no sé cómo se hace (y no conozco a nadie y estoy sola), humanamente, quiero decir, que desde niña me ha gustado eso etcétera.

Porque es obvio que NECESITO AYUDA (y si no es obvio lo digo yo)no profesional sino "humana" (no estoy mal, ni físicamente ni psicológicamente ni moralmente, es sólo esta terrible soledad, que crea monstruos) y ansío amor bueno y gente afín y comunicación etcétera, sabéis...
Pero no soy escritora (en serio) ni lo quiero ser ¿vale? para nada, soy más bien música, si es que lo soy (y todo lo que es música es música) aunque tengo una novela (inédita) en mi myspace (os envié -al colectivo- varios emails simpáticos comentandoos al respecto ¿alguien los lee? (sin respuesta) ah, y el Bértolo respondió finalmente que muy singular y una voz fuerte la obra pero que no editable, al menos por él) novela que ahora mismo me siento incapaz de juzgar objetivamente y decir si tiene algún valor artístico o humano o literario o poético, no sé, pero en cualquier caso ahí está (y es algo así como "pasado")lo que sea, es igual.

Bien, si queréis saber quien soy he sido en este blog: yeah, subnormal, ghlkjhlñ, ella, puta punky terrorista y finalmente puta psicótica (pero no me creo nada ni nadie ¿eh?) en cuanto a mi identidad real la podéis averiguar si queréis ¿no?

Nada más, por favor, si tú o alguna persona responsable competente humana (ser humano) me puede decir algo ayudarme de alguna manera lo agradecería muchísimo.
Besos y abrazos a tod@s.

Hans-Georg dijo...

Fe de Ratas: donde dice Borratxes, digan Vorratxes. Igual que donde dice Polvina digan Polbina, donde dice Alebin, digan Alevin. donde dice Rótula, Rotura y donde digan Sosobra, mejor Zozobra.

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.