miércoles, 12 de enero de 2011







Acabò en la càrcel. Hasta entonces habìa corrido la suerte de la èlite del cuerpo, el templo del mùsculo bien ejercitado, pero el abuso continuado de drogas y el tiempo, sobre todo el calmoso tiempo, habìan dado con èl, y todo ese culto al cuerpo habrìa llegado a su fin. Cuando volviese a ver la luz del dìa traspasados los barrotes de su celda, los niños acabarìan con èl. Porque todos esos niños de los que èl habìa abusado habrìan crecido, pero seguirìan siendo esos niños de los que habìa abusado y le darìan caza con un arma en la mano...serìan como pequeños azotes de dios...suficientes para acabar con su vida de un navajazo o de varios tiros mal colocados pero definitivos...Porque aquellos golpes y aquella soberbia que en otro tiempo les inflingiò, aquella vulneraciòn de sus almas aguardarìa siempre del otro lado de sus pechos, en un lugar muy concreto de sus corazones...y cuando todo esto aconteciera, esos corazones malogrados lo devorarìan a travès de esos niños que se congelaron a base de rabia y venganza pura desde aquel punto de negrura que èl les hizo compartir. Asì son los barrios que no conocemos, los barrios que no frecuentamos. Asì es la voluntad.

3 comentarios:

El ogro dijo...

¡Bien Rotura! Me alegro de que sigas compartiendo con nosotros las historias que te cuentan y las ilustres, a pesar de que tengas tu página autobombástica personal

rotura que rìe dijo...

jiji no es cosa de risa

polbina dijo...

Hostias, la primera foto me encanta y la segunda me repugna, Rotura, y lo peor de todo es que no sé qué es mejor... Dale ahí!

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