A vivir en Nueva York uno se acostumbra, como a todo. Llega el día en que la autóctona zancada lenta de unos amigos de visita contrasta con tu trotar adaptado a los cruces y horarios de Manhattan. Si al principio era objeto de asombro y ocasional chanza, uno acaba esperando, aún más, demandando, la amable atención al cliente de estos profesionales con sentido de la profesionalidad. En esta ciudad que son mil ciudades uno acaba tomando cada día el mismo metro, y ya no ve el apasionante repertorio de personalidades, sino la misma rutina en las mismas caras que en cualquier metro de cualquier ciudad. Pero de repente un día descubres, en el largo abrigo blanco de un hombre sentado a escasos asientos, una mancha, redonda y parduzca. Y ves que el tipo lleva también pantalón y jersey blancos. Ves que está leyendo un recorte de periódico y que la noticia habla sobre el 11/S. Y te das cuenta que debajo del asiento tiene una bolsa enorme, llena de recortes de periódico y que todos hablan del ataque a las torres. Ahora dobla con cuidado el trozo de periódico, lo deja en la bolsa y saca otro, que se pone a leer con el mismo cuidado y atención que el anterior. Y al cabo, igual que apareció, el hombre del abrigo blanco con una mancha se convierte de nuevo en uno más, se difumina entre las caras inexpresivas que sólo quieren llegar a casa, o a yoga, o al bar.
Leli, tras la idea de Mar Armonía Chora (bienvenida Mar)
jueves, 24 de diciembre de 2009
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4 comentarios:
es de agraceder que ese uno o una en el caso que nos ocupa y si no he entendido mal, conserve el asombro que una, en este caso la que escribe, no ha perdido aunque sea como rcuerdo ya muy distante y porque no tuvo tiempo de acostubrarse a nada en esa ciudad que es mil ciudades y es una traumatizada también, ciudad de la que siempre se tienen noticias y a la que una, la misma quisiera llegar en breve y en la que espera conocer a la muy bienvenida, al colectivo Mar Armonía Chora.
A mi me ocurrió algo si no parecido, al menos también bastante inquietante. Estaba en una ciudad extranjera, también grande, aunque no tan grande. Y tampoco iba en metro sino en autobús. A decir verdad tampoco era un trayecto de eso diarios, porque iba desde Londres hasta Cardiff, pero más o menos las distancias serán equivalentes (o no). El caso es que el tipo que yo tenía delante no tenía recortes de periódico, eran recortes de documentos todos hechos bolachos, escritos a máquina y a mano, y en realidad no ern del 11S ni del 11M sino que era pliegos de descargo contra sí mismo en los que el tipo en cuestión se desacusaba de ser un espía y nos informaba (o se informaba a sí mismo, supongo) de que la CIA estaba detrás de él. El tipo estaba muy nervioso y mascullaba cosas todo el rato, hacia bolas con el papel y las tiraba al suelo. Así fue cómo me enteré de sus disputas internas, que se hacían externas como se puede apreciar, porque una de estas bolas fue a caer bajo el asiento y mi compañero de asiento y yo (no nos conocíamos pero una mirada nos convirtió en cómplices) no pudimos resistir espiar al espia espiado. Vamos, que en realidad no tiene nada que ver con la historia que Mar ARMONÍA Chora y la Vorratxes nos cuentan, pero bueno, ahí queda eso.
Pues hablando de historias de metros y de grandes ciudades, algunos recordaréis lo que me ocurrió en París mientras escribía un poema métrico sobre un tipo barbudo que garabateaba a toda prisa notas en una libreta y me echaba constantemente miradas furtivas: que por un momento pensé si aquel hombre no estaría escribiendo un poema métrico sobre mí, y el juego especular me dejó agarrotado, y se me pasaron dos estaciones sin haber podido escribir mi verso, y el poema métrico se me fue al carajo...
En fin, todo esto para decir que bienvenida seas, Mar Armonía CHORA, y que vayas decidiendo con cuál de las acepciones de tu segundo apellido más te identificas...
;-)
Uno intenta transplantarse la piel de otros pero es inevitable que a todas las sostenga la misma estructura, el mismo esqueleto. Rutina es muy rápida y se requiere una Novedad muy ágil y entrenada en la generación de movimiento desde la quietud para no ser arrollado.
Es cierto que Rutina tiene mil caras amables que si uno alimenta con cariño proporcionan felicidad. No olvidar.
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