miércoles, 24 de junio de 2009

Quinta versión


Tranquilamente, como el que anda por andar, meciendo la falda. Una mirada atenta, limpia, de esas que aprenden a cada minuto. Entonces, una de las ranas de las muchas que hay le dijo:
- Bésame, soy la promesa.
- ¿Que?
- Soy la promesa, la respuesta a las preguntas en soledad. Conmigo no te faltará nada. Sellemos nuestro encuentro, démosle ceremonia, nada te faltará.
- No sé...
- El riesgo es caro, yo te ofrezco un futuro cierto. No tengas miedo, ya has visto mucho de lo que hay fuera.
- No sé, no sé...

Y tranquilamente siguió caminando con un par de dudas más en el bolsillo lateral de la falda, abandonó el boulevard, subió a un tren en Atocha camino a París. Allí conoció a un pintor del que aprendió el ritmo de los pinceles y las artes con minúscula. Trabajó después para un par de vacuos ambiciosos y se fue a Camerún donde al menos los niños sonreían. Más tarde, un avión la llevó hasta Formentera donde un pequeño bar a pie de playa le dio un verano lleno de color, silencio y orgías con mucha fruta en cuencos de madera. De allí se llevó un par de cuadros y una estatuilla de tierra cocida. Aprendió a cocinar, Alaska le encantó. Y no, no echó de menos a la rana ni a ninguna con las que después se cruzó.

Zozobra dixit.

6 comentarios:

colectivo autobombo dijo...

muy bien, muy bien. Es cierto los niños de Camerún son pobres pero sonríen: el misterio de la vida. Yo, que estuve allí construyendo complejos hoteleros y una planta petrolífera os lo puedo decir de buena tinta (y no, no es de calamar precisamente).

rotura decente dijo...

tinta a tinta tanto tinta

zozobra dijo...

Los puñetazos en la mesa funcionan. Deberían haber más.

zozopenco dijo...

Debería haber escrito "debería".

rotura decente dijo...

razones no nos faltan...

inocente enana tardona dijo...

ahhhh
Alaska el lugar!!
pensaba que de repente conocía el talento musical de Alaska y se compraba todos los discos o algo así o se dejaba contratar de esclava para teñirle el pelo

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