La rana transformada
Tercera versión, by Marta Polbín
Con parsimonia, caminaba la moza por la calzada, sus faldas flotando como algas marinas. La mirada alta y volátil, para posarla aquí y allá sin disimulo. Digámoslo simplificando, la moza miró a la rana y la rana habló:
–Un ósculo, por favor. Soy un futuro monarca.
–¿Cómor?
–Soy un futuro monarca, digo. Forrado hasta los colmillos… mas transformado por los malos, you know. Si consigo tu ósculo, acabará la maldición, dando paso a un macizorro trancón: podríamos casarnos y vivir como los putos amos.
–Mmm…
–Confía, anda, confía. Tras mi facha inmunda hay un futuro luminoso. Si aparcas tu obstinación, podrás lograr la dicha infinita.
–Mmm, mmm…
Y con suma parsimonia, faldas y dudas flotando al compás, la moza siguió caminando. Abandonó la charca rumbo a Atocha, subió a un convoy y viajó casi hasta Mónaco, conoció a un pintor loco y muy gracioso, lo abandonó para trabajar para una inmobiliaria, acabó harta y puso rumbo a Nkongsamba para colaborar con un hospital. Pronto cambió su morada y abrió un chiringuito con vistas a Ibiza, pasó unos días locos follando junto al mar con dos italianos (al unísono, faltaría más). Compró cuadros. Hizo cursos gastronómicos. Alaska la subyugó. No, no notó a faltar a la rana para nada.
1 comentario:
Intuyo cosas, pero no sé cuáles...
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