Pasapisos (2), por Mónica Copérnica
"Apoyo la cabeza y cierro los ojos. Estoy cansada. No tengo ganas de hablar y Pesco, un poco violento por el silencio entre los dos, se esfuerza por darme conversación. Todavía soy una mosca en su tela de araña. Sólo respondo con monosílabos. Al fin, Pesco calla. Vamos hacia Sitges, hora punta.
El anuncio decía ‘Poble Nou, a 10 minutos de la playa. Renovado, mejor que nuevo. Sólo 52M500 de las antiguas pesetas. De particular a particular. Agencias abstenerse. Luis 937223143’. Cuando llamé, resultó no ser tal particular, sino un amigo que le ayudaba a venderlo: Pesco. Otro señuelo más. El piso oscuro, oscuro y como remendado. Un remiendo la cocina, otro eso a lo que llaman pomposamente cuarto de baño… Cubículos de caja de muñecas con paredes de cartón piedra. Un garaje transformado en vivienda, aunque el dueño se molestara al oírmelo decir y me mostrara, ofendido, un papel arrugado que sacó del bolsillo de su pantalón y que era –según dijo, aunque yo no pude leerlo– la cédula de habitabilidad. Los que conceden las cédulas merecen la prisión, en celdas como las de esta casa sin luz, lóbrega, triste.
Siento lástima por Pesco, el simpático y guapo argentino obligado quizás a mentir. Pesco que me lleva ahora a ver el piso de Sitges, 'una ganga, de verdad, ya verás'. Y me enfado conmigo misma. ¿Qué hago yo yendo a Sitges? ¿Por qué me da pena, si en el fondo es uno más de ellos? Ingenua y tonta… Estoy furiosa por haber venido y por continuar ahora con esto. Le miro con los ojos entrecerrados y veo su cara de seguridad, sus manos ligeras sobre el volante como si todo le obedeciera, sus labios finos y apretados, un poco cínicos; sus gestos calculados. Tengo ganas de bajar del coche y largarme. Y de repente, el golpe. Mi cabeza contra el parabrisas y la sensación de estar en una centrifugadora. Y la oscuridad cerrada. A partir de ahí, un pozo negro; antes, un agujero sin fondo."
4 comentarios:
Empieza a gustarme esto de los pasapisos...
pues yo no siento làstima por pesco, porque parece que ir contigo en un taxi es como ir con los hermanos cohen...y el tapacubos saliò despedido y rodando, rodando, rodando...despiadado rodando...insignificante rodando...anodino rodando...fabuloso rodando...al final el extranjero no terminò de escribir lo que en las paredes de su cèdula de aislamiento, en el corredor, podìa inscribirse con la mirada...en el corredor no podìan oirse los gritos de odio proferidos por la masa...en el exterior de la prisiòn, y en la ciudad, no podìan oirse los gritos de odio proferidos por la masa...pero podemos percatarnos...podemos...la mueca sonriente de reo que se le dibujo al extranjero, una risa que lo iba a matar...
deliciosa copèrnica
Me gusta mónica, me gusta copérnico con todas sus vocales. Gracias y rebienvenida.
en el momento que deba cambiar de piso (o de ático) haré lo posible por desverlar el anagrama copérnico y dejarme asesorar por usted.
me gustan los regueros de tinta ilustrada sobre "el a'gente inmobiliario" que de manera tan mordaz nos acompañan estas últimas semanas...
S.P
Publicar un comentario