Vocación (cuestión de genes).
(S. Pioje)
Se encontró, paseando por las Ramblas, un collar que junto al colgante manifestaba una vida llena de glamour, una vida azarosa y pícara. En realidad, había pertenecido a madmoiselle Hélène, una elegante mujer, grande en dimensiones y vanagloria, a quién se le debió caer mientras atusaba su abrigo de visón. Pero Eva quiso imaginar que se lo había regalado su difunto marido (un hombre atento y pulcro como el que más), antes del fantástico baile –aún le dolía exquisitamente aquel beso- que la saga de los Guasch había organizado una medianoche en la zona alta de la ciudad, dónde evidentemente, el matrimonio había sido reclamado bajo prescripción protocolaria; una invitación que no recordaba ahora a qué altura se escondía, pero que debía estar entre aquella pila de papeles que no querían ser reciclados sino, estar ahí, en un rinconcito, aguardando.
Al cabo de pocos días, con alborozo manifiesto, guardó en su bolsillo un bono de tren a medio usar que estaba en el suelo de Passeig de Gràcia. Los datos obliterados en el billete no eran más que el monótono y laboral trayecto a Sant Just Desvern, de Adam, un mediocre de poca monta que trabajaba en una angosta oficina y que había conseguido que pusieran a su disposición, de una vez, una anacrónica y sucia computadora. Pero Eva ese día, en cambio, había viajado porque su amiga Matilda le había invitado en su finca de Vilanova, a charlar sobre teología, tomando té original con pastas sicilianas.
A la mañana siguiente, fue una bolsa de plástico, aparentemente normal, lo que le llamó la atención (y que recogió). Contenía todo tipo de maravillas: personalidades selectas, aventuras geográficas y pasionales y lindos desencuentros, óperas en el Liceu, cartas nunca recibidas y hasta helados de la Sirvent. Al rato, sin reconocerla en un primer momento, se encontró con su hija, con quien asida de las manos (y con la bolsa) continuaron el paseo, ramblas arriba, hacia casa.
Es un pedacito de la historia de Eva, que ella nunca contó. Se atrevió un día dar sentido a su vida aletargada, hasta niveles enfermizos. Como aquella mujer que, asistiéndola, la asió del brazo. Para ella había sido maravilloso poder ser hija de Eva y su difunto marido, Diógenes.
8 comentarios:
lo he leido from above...querrìa dejar un comentario a estas horas...pero entonces deberìa dejar de dormir...y el mañana se avalanza...por lo menos hago los deberes y leo...veo que vos tambièn...supongo que has descrito exactamente lo que tenìas delante...ruleta de miserias esta vida funesta...tambièn he de ser sincero: mi ànimo no està muy del todo com debiera...y eso que estuve con Polbìn el another day y
me ha devuelto algo de resuello...
prometo palabras sin condiciones, dignas para esta rambla...nos vemos en el raval
baaaaaaaaasuuuuuuuuuuuuuuuuuu
A mí me da un aire a Juan Marsé con pinceladas simbolistas, como apuntó Vorratxes... Sargent, estás a tope, cabrón!!! Serán los aires de La Granada, que han hecho explotar todo tu talento?? :-)
yo el otro día me encontré una moneda reluciente cuya cara parecía a contra-cruz un chinito mandarín con piojos en el pelo.
Inscrito, en los bordes, podía leerse "Genes (cuestión de vocación)".
Te aplaudo, Adán, por este tesoro islático.
AUTOBIOMBO:
Chaqueta cruzada que se ponen las avestruces cuando quieren pasar inadvertidas sin dejar de ir elegantes.
AUTORRÍA:
Acción y efecto de AUTORRIARSE: tirarse al río con el auto y fenecer de risa.
Vaya si que eres cabrón. La idea me parece brutal. A mí me gustaría que Diógenes tuviera más presencia y supongo que se la merece. Por favor continúa esta historia hasta que alguien se entere de la vida que encontramos en la baaaaaaasuuuuuuuuuuuuuu, como dijo ese anónimo visionario.
Tienes razón, gordo.
La idea (y Diogenes) puede estar bien si se desarrolla más y mejor, de hecho fue vomitada sin escudriñar el potencial.
Pero basta con que Eva (o X) se encuentre una baaaaasssuuu más y podamos viajar todos juntos.
tankishen!!
S.P.
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