viernes, 12 de marzo de 2010

Práctica zóomica de la historia de la literatura

Negro. Poco a poco vemos como el color sólido se divide en agrestes líneas, como en un grabado para el que el hierro se ha rasgado de manera tosca e irregular. Las líneas negras, que lenta pero irremisiblemente, oscilan cada vez más rápido, contrastan con un fondo blanco poco nítido, en cuyo centro aparecen los círculos concéntricos de, ahora sabemos, un iris gris y una pupila. Abre los ojos.

Ese sueño de nuevo. Es capital, por ello, que lo tomemos en cuenta. Un submarino, la falta de aire, personajes conocidos pero sin conexión aparente entre ellos mezclados con otros, desconocidos. Del mismo modo, y como en otras ocasiones, su despertar había sido parcial, al descubrir con los primeros atisbos de conciencia diurna su brazo derecho entumecido, falto del suficiente riego sanguíneo al haberse quedado oprimido bajo la almohada: ¿cómo tendría que influir la lenta recuperación de ese brazo en el desarrollarse del día, en el vigor de su mano al, más tarde, tomar pluma y encarar el papel?

Su gato decidió ignorar, como era habitual, que la mañana había llegado y siguió acurrucado en su rincón de la cocina. Qué felicidad la suya, pensó, que podía seguir durmiendo arrullado por el sonido de esta cafetera que ahora empezaba a burbujear. Los vecinos, puntuales como un reloj, llegaban a través de las finas paredes con su matutino concierto de portazos, gritos de niños y correrías. Se decidió por el traje beige, acaso porque anticipó que su editor lo recibiría vestido con uno de sus siempre oscuros y carísimos trajes italianos impolutos frente a los cuales era imposible no sentir su pobreza, fresca y siempre nueva, presente como invitado de piedra en la entrevista

Así salió a la calle, y se encaminó hacia la calle principal, donde su amigo alquilaba una sencilla habitación. Era siempre un buen lugar para tomar un segundo café y hablar de libros, de política, de fútbol o mujeres. Acaso para ser sorprendido por cualquiera de esas imprevistas visitas que los múltiples conocidos de su amigo le hacían sin avisar. Aparecían así extranjeros mezclados con cantantes, botellas de ron y pastelitos dulces, niñas con uniforme de escuela cara de la mano de bohemios poetas con hambre atrasada. Se discutían noticias de provincias, de países remotos. Se escuchaban con atención discos nuevos y acaso extraños para luego pasar a cantar una canción popular o un corte de moda. Sin duda entre esas paredes nuestro autor encontró a menudo inspiración, ideas para personajes, grandes y ambiciosas ideas para escribir, un día, la novela que reflejaría el frenesí de su tiempo y las emociones de sus habitantes.

Al salir de casa de su amigo, como tantos otros días, se detuvo una hora en la biblioteca de la ciudad, en la que leyó los periódicos y algún que otro semanario. Se mantenía este autor al día de la política y de las ideas que circulaban en el mundo, ya fueran las del arte, las de la ciencia, o las de la moda. Era, como se puede apreciar, un hombre bien asentado en su tiempo histórico, y cualquier historia de la literatura que se precie hará bien en conectar su obra con el devenir de los acontecimientos de su época.

Mientras se encaminaba, finalmente, a la gran avenida donde su editor tenía su oficina, se cruzó con un viejo conocido que había llegado recientemente a la ciudad desde el pequeño pueblo del cual los dos procedían. Mientras el otro lo ponía al día sobre familia, trabajo, y sus dificultades en sus primeros movimientos en la ciudad, nuestro autor no pudo ver como, por la otra acera, pasaba caminando la mujer de la que estaba enamorado. Nosotros lo vemos porque nos elevamos ahora por encima de las calles, y como un pájaro, por ejemplo una de esas gaviotas que sobrevuelan esta ciudad costera en su rutina carroñera, tenemos una perspectiva más amplia. Así vemos a una joven mujer que camina cabizbaja meditando la carta que más tarde le va a enviar a nuestro autor y en la cual lo va a despechar, lo que naturalmente va a ser causa significativa de la amargura con la que la siguiente parte de su obra va a estar impregnada.

Si ahora, siguiendo quizá el vuelo de la gaviota, nos posamos en la aguja de esta iglesia, tenemos una visión privilegiada de la ciudad. Vemos, allá abajo, a nuestro autor siguiendo su camino, parando en un semáforo y girar a la derecha, hacia esa gran avenida que cruza el centro de la ciudad con señorial majestad, esta vía regia que conserva aún los restos de la gloria de antaño, esa pomposidad en su trazado, balaustradas y remates que evocan victorias militares, progreso en las artes y las ciencias, y el convencimiento en la superioridad de su civilización, todos rasgos que, de forma directa o indirecta, con inconsciente adhesión o negociado rechazo, nuestro autor ha incorporado a su obra más insigne. Y es que es esta ciudad capital de una nación entre naciones, un heraldo de las artes que en el pasado tuvo que combatir por tierras y honra con sus vecinos, esas tierras que se extienden más allá de estas montañas, ríos y mares que ahora, desde nuestra atalaya atmosférica, podemos contemplar en toda su uniformidad geográfica, y es que aunque los niños-y algunos no tan niños-lo piensen así, entre países no hay línea alguna como en los mapas, ni colores distintos separan los territorios que pueblan la corteza de la tierra, ese orbe que aún gira, imperceptiblemente pero sin detenerse, desde que el enfriamiento de una explosión de anti-materia cohesionara masas de carbono, hidrógeno y oxígeno para crear este planeta azul que vemos desde nuestra órbita, un azul sólido que a ratos se divide en las agrestes líneas de los cirros vaporosos, como en un grabado para el que el hierro se ha rasgado de manera tosca e irregular.

-leli

13 comentarios:

Dolores Elige dijo...

Inconmensurable, Leli, tanto por la portado como por mostrarnos que todos pertenecemos a esa regia ciudad de glorias pasadas bajo la que sopesamos nuestro mundo, como si fuera el único válido.

colectivo autobombo dijo...

En conversación con la Zorra Alevín, se destaca la potencialidad que este texto ofrece. Se anima así a los miembros del Colectivo a que respondan con réplicas a esta intervención académico-critico-lúdica de historiografía literaria.

¿Qué puntos de vista, marcos teóricos, concepciones históricas, etc, se pueden aplicar a la historia de la literatura?

¿Qué elementos paratextuales afectarían la narrativa, y cómo?

¿Cómo articular, de manera experimental, el relato historiográfico para aprehender más productivamente el entendimiento de la obra y el autor?

Y finalmente, ¿para qué carajo sirve todo esto?

nota: "zóomico/a", dicho de la aproximación que utiliza, literal o metafóricamente, el recurso cinematrográfico del zoom, o aumento, para realzar lo pequeño, o cuestionar la relatividad basada en escala.

Dolores Elige dijo...

Aparte de secundar esta fantástica propuesta, aún sin una réplica propia, quisiera destacar el cambio que se ha producido en nuestro "Dramatis atobombasticae" y subrayar que cada vez somos menos, aunque no por eso peores. Dudo de que los señalados en el banquillo se percaten de su posición pues ninguno de ellos parece visitar la página desde hace mucho. Tal vez alguien debería avisarles.

Elegir es Dolo dijo...

¿Por cierto la nueva portada es de F. Leger?

Dolores Elige dijo...

El punto 4 del decálogo es inamovible.

Sin embargo: "Me parece absolutamente genial la parte de:"Aparecían así extranjeros mezclados con cantantes, botellas de ron y pastelitos dulces, niñas con uniforme de escuela cara de la mano de bohemios poetas con hambre atrasada. Se discutían noticias de provincias, de países remotos. Se escuchaban con atención discos nuevos y acaso extraños para luego pasar a cantar una canción popular o un corte de moda". Es todo tan arquetípico que me parece excelso. El "autor", que frequenta ese piso, por el que pululan los personajes, saca ese genial material de allí para sus textos. Sobre todo aquello de la colegiala con el bohemio, digno del mejor Córtazar.

Zozobra, que a lo mejor te hemos hecho un montón de críticas y todavía no te has dado cuenta. Ensalza, hombre, ensalza, ensálzalo todo menos el espíritu autocrítico que ese todos lo tenemos muy desarrollado. Pero en fin, tal vez podamos hacer otra página cuando nos quedemos solos: Critibombo.

Con toda mi burla más soez.

leli telegráfica pero seria dijo...

Yes, Leger
Yes, arquetípico
Yes, arquetípico mola en ese texto (ironía sobre la historia de la literatura)
No, discrepo en el dramatis. El Sargento es miembro fundador (figura en la camiseta) y por ello miembro vitalicio (epígrafe 3 de los estatutos invisibles). Un cop al clatell a tots, però

Anónimo dijo...

me quedo con el cop.

El gordo Lies dijo...

Pues no había leído los estatutos invisibles, pero dicho así parece claro que si ser miembro fundador te hace vitalicio no es posible pasar a ser expulsado del paraíso. Lo cual no quita que puedas estar en el banquillo. Je, je. ¡Queremos comentarios de los del banquillo ya! ¿Dónde están? Aunque sea un ¡ay!

Zorra jacobina dijo...

¿Será porque con el Cum Laude ya van con la moral alta y no necesitan de más laudatorias?
Pues así El Sargento no conseguirá el Honoris Causa

Colectivo Autobombo dijo...

Quiero únicamente hacer incapié en la belleza de dos blogs que tal vez leemos menos de lo que deberíamos, por si hay por aquí algún despistado como yo, dos pequeñas recomendaciones:

Lorzgirl
The Fruitman Chronicles

¡Viv el exobombo!

El Gordo dijo...

Suscribo el comentario anterior. ¡Exobombo!

polbina superada y ultrapasada dijo...

Llevo desde que me he levantado comentando entradas atrasadas, pero es que los 16 comentarios de esta se llevan la palmaaaa!!!
Para empezar, lo del Critibombo me parece perfecto (parece evidente que ha dado juego, así que bravo por zozobra).
En cuanto a los nuevos expulsados, escribo esto sin haber mirado los cambios en el dramatis autobombasticae. Me ha emocionado la defensa de Leli del punto 3 de los estatutos invisibles, debo reconocerlo... pero también me parece que deberíamos hacer algo para conseguir que el Sargento vuelva a implicarse con el C.A., ¿no?
Respecto al texto de Leli (que para eso esta es la entrada de sus comentarios), me quedo con dos cosas: la perspectiva aérea (cojonuda) y las líneas vitales del escritor (cito de memoria): libros, política, fútbol y mujeres. Seguro que el Burrot habrá recordado nuestra mítica tríada (a la que hay que añadir, pasada la trentena, la política, of cours).
Dejo las críticas para el siguiente comentario, que se me acaba la tinta...
VIVA EL AUTOBOMBO Y VIVA NOSOTROS, JODEEEEEEEEEEEEEEEEER!!!

el burrot català dijo...

Sra Polvina, justamente acabo de leer su comentario al texto, y sí, cuando lo leí no pude menos que evocar nuestra cara tríada.
Felicidades a nuestra Leli por su cierre circular cósmico.

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