lunes, 25 de enero de 2010

Era gol: taoísmo y fútbol

Situémonos. El pasado diez de enero, el F.C. Barcelona jugaba en Tenerife. El partido llevaba tiempo resuelto para el Barça, con un tres a cero al acabar el primer tiempo. En el minuto 74, Bojan, desde su lado izquierdo, contacta con Xavi en el centro que la devuelve para la carrera de serbo-catalán. Un mal control deja a Bojan ya sin ventaja dentro del área, de espaldas a la portería. Sólo le queda cederla a Messi quien, a escasos metros, en la esquina de la media luna, recibe y coloca el balón, en milimétrica parábola, en la escuadra derecha de la portería del Tenerife.


Fue este el tercer gol de Messi esa tarde, el tercero a cesión de un Bojan despierto y generoso. Otro gol, de autoría compartida por Pedro y la defensa tinerfeña, confirmaría la paliza barcelonista. Pero más allá de estadísticas y resultados, quiero escribir aquí sobre ese gol de Messi por la oportunidad que ofrece de ampliar nuestras aproximaciones teóricas al fútbol, y comprender mejor nuestra percepción estética de la belleza y el talento.


La aceptación plena del fútbol como fenómeno cultural de primer orden ha sido respaldada por interesantes lecturas críticas y filosóficas, que abarcan desde el psicoánalisis (veáse Pablo Nacach, Fútbol. La vida en domingo. Lengua de Trapo, 2006) hasta la mística (la religiosidad del fútbol en Jodorowsky, o los estudios de totemística de Pere Rovira). Asimismo, la literatura ha sido permeable tanto a la dramática narrativa del deporte rey como a su sugestiva textualización (por ejemplo, el magistral relato de Pablo Moiño sobre el futbol con contraintes). Sin embargo, no parece que la extensión de los estudios literarios para incluir como objeto de escrutinio toda la producción cultural de una sociedad (principalmente en la académia norteamericana), ya sea en los llamados cultural studies, o vía su reducción a texto, eso sí, utilizando los instrumentos teóricos de la literatura comparada, haya alcanzado al fútbol. Proponemos aquí una vía de acceso a la estética y la significación futbolística que quiere aglutinar influencias teóricas y filosóficas, a fin de acercar dos textos tan aparentemente dispares como el Zhuangzi, clásico taoista del siglo IV del autor que le da nombre, y el juego de Lionel Messi.


Empezemos pues con el texto chino. Como otros clásicos, el Zhuangzi se estructura alrededor de una serie de conversaciones, de preguntas y respuestas, confirmando lo que el crítico contemporáneo Li Tuo afirmara, va dicho, que el pensamiento de los intelectuales chinos ha sido una actividad colectiva desde la época de Primaveras y Otoños (722-481 aC). Dos célebres escenas en el Zhuangzi ilustran a la perfección el pensamiento taoísta sobre la acción, las llamadas del nadador y del carnicero. La primera presenta a Confucio paseando con sus discípulos por la catarata de Lüliang. Las aguas caen con tal furia que 'ni tortugas ni cocodrilos podían mantenerse en ese lugar'. Y sin embargo, un asombrado Confucio ve un hombre nadar en esas aguas. Preguntado por el secreto de su habilidad, el nadador contesta: “Nací en estas colinas y en ellas me sentí en mi casa: esto es lo dado. Crecí en el agua y poco a poco me sentí a gusto en ella: éste es el natural [sic]. Ignoro porqué actúo de este modo: esta es la necesidad'.” Los tres principios que el maestro Zhuang quiere ilustrar (lo dado, lo natural, lo necesario), forman en la historia del narrador una perfecta tríada que conduce a la acción perfecta, en su ignorancia de sí misma: la acción que no quebranta ni violenta lo natural sino que emerge en consonancia con la necesidad natural.


En el siguiente caso, el Zhuangzi nos presenta un carnicero de técnica excepcional, capaz de descuartizar un buey con cortes certeros y armoniosos: “Un buen carnicero usa un cuchillo durante un año, porque corta. Un carnicero mediocre gasta un cuchillo en un mes, porque da machetazos. Yo he usado este cuchillo durante diecinueve años, he desollado miles de bueyes y aún su hoja está afilada”. El secreto, según le explica al duque Wen Hui, se reduce a una interiorización del objeto, hasta el punto que este desaparece: “Cuando empecé como carnicero, no veía más que el buey entero. Después de tres años, ya no vi más el buey. Hoy, lo encuentro con mi mente en lugar de con los ojos. Mis sentidos están inactivos y dirijo el movimiento de mi mente.” De esta forma, el cuchillo encuentra el lugar exacto, el espacio justo entre tendones que produce un corte limpio y que no embota el cuchillo.


Estas consideraciones del maestro Zhuang describen, a mi entender, la acción de Lionel Messi en el partido de Tenerife. Más que en el gol en sí, con el hermoso recorrido angular del balón, la combinación de precisión y fuerza, debemos centrarnos en los instantes inmediatamente anteriores al chut. Podemos ver a un Messi que sabe que el balón le llegará y se prepara. Pero en lugar de 'hacer' algo, de entrar en tensión muscular y forzar una postura, lo que hace es relajarse, bajar los hombros, parar sus pasos. Como el carnicero, cuando enfrenta su tarea, Messi podría decir “cada vez que me encuentro con junturas veo su dificultad. Me concentro y voy con cuidado, mi visión se concentra, mis movimientos se calman”. Cuando Messi chuta, ya no ve la portería, el balón, ni el campo: él mismo se ha convertido en el juego, Messi es ese gol, ese balón y esa portería. Como el nadador, parece que Messi ha nacido en ese césped, que se ha familiarizado con las aguas turbulentas de ese juego, y que sin saber porqué, por una extraña necesidad, esa pelota entra en la portería.


El periodista Santi Mayol, en el diario Avui, escribía el día siguiente sobre la belleza de ese gol:


“Messi, que segons abans havia reclamat sense insistència la pilota, la veu atansant-se i ràpidament processa en el seu cap la decisió que està prenent: un toc subtil, suau, aprofitant la direcció de la pilota i la velocitat per elevar-la amb rapidesa però suavitat i dipositar-la amb delicadesa a l'esquadra de la porteria. Pim, pam. Sense força, amb talent. Sense improvisació, amb càlcul. Sense èpica, amb tota la lírica del món.”


“Messi, que segundos antes había reclamado sin insistencia el balón, la ve acercarse y rápidamente procesa en su cabeza la decisión que está tomando: un toque sutil, suave, aprovechando la dirección del balón y la velocidad para elevarla con rapidez pero suavidad y depositarla con delicadeza en la escuadra de la portería. Pim, pam. Sin fuerza, con talento. Sin improvisación, con cálculo. Sin épica, con toda la lírica del mundo.”


A la luz de la digresión por el texto taoísta, los comentarios del periodista catalán revelan toda su insuficiencia. El bagaje cultural eurocéntrico se manifiesta en la mentalización de la acción ('procesa en su cabeza la decisión'), en el binarismo excluyente (fuerza versus suavidad; facilidad ('pim pam') versus dificultad; improvisación versus cálculo), y en los referentes literarios (épica y lírica). A mi entender, para aprehender la experiencia en toda su magnitud es indispensable ampliar nuestro aparato conceptual y estético, trascendiendo la determinación con la que nos obnubilan los marcos culturales y cognitivos heredados. Nada tiene de mental o cerebral el gol de Messi: su belleza radica en su naturalidad, en su organicidad, en la absoluta armonía de ese balón con la naturaleza desde que abandona la bota del jugador. No por cálculo o improvisación, sino en su perfecta adecuación a la necesidad de manera espontánea. Existe en el artículo de Mayol el germen de este entendimiento: cuando nota que Messi aprovecha la dirección y la velocidad del balón, se está refiriendo, sin saberlo, a su adecuación a la naturaleza, a la propensión de las cosas, al curso, al dao.

Es en el cuerpo del jugador, en su serena certeza, donde se encuentran las claves del tiro: décimas antes de recibir el balón, el jugador se detiene, anda con pasos tranquilos, abandona el bullicio y se zambulle en una cascada sin fricción, cortando el aire como si fueran las articulaciones enmarañadas de un buey enorme hasta encontrar en esa escuadra el lugar exacto donde introducir la brazada, el cuchillo, la parábola perfecta y necesaria de un gol que es un jugador.

6 comentarios:

Leslie Gordo dijo...

Mensame-nahar!

Zorra in Vela dijo...

Va dicho, a veces un instante vale lo que una epifanía, Messi asumiendo que el gol estaba ya hecho, Leli comprendiendo la jugada gracias a su conocimiento del chino y la China, los espectadores y/o lectores alzándose al son del "I belive".

marta polbín dijo...

Gracias, Leli: solo tú podías haber parido, con toda la "naturalidad" del mundo, este magnífico texto...
Les mando el link a los Pablos (Nacach y Moíño), y no solo porque los cites, sino porque se merecen el regalo.
Por cierto, yo el partido lo vi en Buenos Aires, acompañado de una Quilmes bien fresquita y de un postdoctorando merengue experto en Ricardo Piglia. Ahí es ná.
Y un último por cierto: Grassa Toro, Rector Magnífico del Altíssimo Instituto de Estudios Pataphysicos de La Candelaria (que no tiene ni puta idea de fútbol, todo sea dicho), al ver en el telediario del día siguiente el gol de Messi con el pecho en la final del Mundial de Clubes, dijo (doy fe): Messi sí que es patafísico.
Así que siga usted dándole a las neuronas, Leli Vorratxes, que necesitamos de su tao (y valga la paradoja).

fruitman dijo...

acabo de leer tu bello texto en el metro desde el aifon. levanto la mirada y veo a un chino desafiante cambiándose los calcetines, el hedor de sus pies infectando mis fosas nasales. me mira, le miro, se le cae el bastón y unos trapos que había dejado colgados en la barra, y afirma "se van a caer" como queriendo pretender que ha predicho el curso natural de sus harapos.
los chinos, raza liante por naturaleza, raza truculenta y pícara bajo piel de filósofo.
el chino me ha mirado, y ha comprendido que acababa de leer acerca de sus gloriosos antepasados. más que comprender, ha percibido la imperceptible belleza de tus palabras. y ha emitido un eructo que me ha indicado que el metro llegaba a mi parada.
qué bello texto, querida leli.

Ille Xesvrarot dijo...

aquesta entrada ha recuperat l'esperit autobombàstic: cuánto halago, cuánto autobombo, y qué natural.

el burrot català dijo...

se m'acaben de caure els collons al terra.

Meravellós, m'he quedat alelilat!

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