sábado, 18 de abril de 2009

San Jerónimo

Os pido perdonéis los avances y los retrocesos en la narración, no puedo evitar volver atrás intentando averiguar dónde se perdió mi suerte, en qué momento se decidió mi futuro y ya no tuvo marcha atrás, y me temo que todavía deberé retroceder mucho, pero de momento sigo hacia adelante.


El periodista fumaba sentado junto al montañero. Cuando me vio llegar se levantó de un brinco y apagó el cigarro en una roca.

-Mira, esto no ha salido como yo pensaba, pero, quién sabe, quizá así haya sido mejor.

-Aquí tienes el dinero, y las vendas y lo demás.

Él cogió el dinero y me dijo que curara al montañero, quién apartándose de nuestro coche, había sufrido varias heridas.


Cuando llegamos al primer destino me dejaron un momento con el montañero a solas, y él me contó que cuando el periodista bajó del coche, la conversación que mantuvieron fue más o menos así:

-Pero qué coño estabas haciendo por aquí? Es que no has oído el ruido del motor?

El montañero entonces le preguntó entonces por qué me llevaba atado. 

-Mierda, y eso a ti qué te importa? Tú no has visto nada, entendido?

-Claro..., no te preocupes, no diré nada.


Después, esto lo cuento yo, el periodista volvió al coche y se sentó al volante. 

-Joder, esto se ha fastidiado! Y tu tranquilízate, haz el favor, pareces un niño que vaya a mojar los pantalones.


Mientras hablábamos, vi cómo el montañista intentaba huir montaña arriba ayudado por un palo de hierro terminado en L. Parecía no darse cuenta de que tenía la pierna fuera de sitio. El periodista también le vio y saltó del coche disparado, corriendo tras él. Cuando le atrapó se lo cargó al hombro y lo volvió a dejar dónde estaba antes.

 

-Joder, ahora tengo que llevarte a ti también. Claro que hablarás.

-No, en serio, mira, si quieres tengo algo de dinero, déjame ir y te lo traigo, así no habrás perdido nada casi-atropellándome y quedamos en paz.

Desgraciadamente el montañista se había roto la pierna en la caída y no podía levantarse. Además estaba bañado en sangre.

-Está bien, dijo el periodista, que vaya el chico a buscar el dinero. Óyeme, si no vuelves le mato. Coge el coche.- Y me desató.


Cuando ya de vuelta del pueblo hube entablillado la pierna del montañero, el periodista me ordenó que lo cargara a hombros hasta el coche y después que lo subiera a él, a pesar de sus protestas, y tras desembarrancarlo nos dirigimos a San Jerónimo.

Al llegar nos esperaban tres hombres bien vestidos, uno de ellos con una cartera de piel en la mano.

-Quién es ese?

-Ha aparecido delante de nuestro coche, de poco lo atropello, las cosas se han liado y no podía dejarlo allí porque nos hubiera denunciado. Ya nos encargaremos de él. De momento me ha dado 3.000 euros para comprar su libertad.

-Está bien, vamos dentro, él se queda aquí. Manuel, vigílale.

Nosotros entramos en una cabaña y el del maletín sacó de él unos papeles para que yo los firmara.

No me dejó leerlos y me dijo que o los firmaba o estaba muerto, así que firmé con una cruz, como había leído que hacen los que no tienen firma. Unos días más tarde supe que había firmado la cesión de mi cabaña y las tierras de mi padre, que al parecer eran toda la montaña.

Después de mi firma el hombre del maletín se puso furioso con el periodista:

-Y ahora qué coño hacemos con el tipo de la pierna rota?

-Pues lo subimos a la cabaña y los dejamos a los dos allí, luego huimos y nos desacemos del coche.

-Es un testigo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aaahh, ahora empiezo a entenderlo todo: corrupción y especulación, malditos capitalistas!!! (¿Y cómo vas a meter el sexo en todo esto, eh?)

Anónimo dijo...

POr fin un poco de sentido común hostias. Ya puedo rehacer la historia a mi manera

Anónimo dijo...

Bueno, qué pasa con esta historiaaaa?????

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