"Perdón imposible", por Mónica Copérnica
[Ante la insistencia de algunos miembros del Colectivo Autobombo por conocer la verdadera identidad de la huidiza y anagramática Mónica Copérnica, y ante las suspicacias despertadas sobre su existencia real o ficticia, reproducimos aquí un último relato suyo, titulado (¿significativamente?) "Perdón imposible". Según se palpa en el ambiente, es muy probable que en estas festivas jornadas barcelonesas, auspiciadas por cenas celebratorias y campeonatos mundiales de poesía métrica, se produzca el desocultamiento de Mónica Copérnica... Antes, sin embargo, disfrutemos de su último engendro.]
No me preguntéis cómo he venido a saberlo. ¿O acaso vosotros sois capaces de encontrar explicación a todo lo que acontece? Lo único cierto es que la última palabra que oí, antes de que el verdugo diese el golpe definitivo, y que mi cuerpo desmadejado quedara a favor del viento helado y empezase a balancearse lentamente como una marioneta ante las miradas sin compasión, fue un NOOO!!! que debió llegar hasta el duro corazón de quien por su torpeza me había condenado. Un No que no salió de mi boca, como podríais pensar, sino de la de alguien a quien todos conocéis. Alguien que llegó a la plaza como caballo desbocado, pero que no alcanzó a cambiar mi suerte, escrita en el libro del destino desde ya antes de mi nacimiento. La plaza toda hincó su rodilla en tierra e inclinó su cabeza como señal de sumisión.
Primavera de 1583
Mis manos juegan con el hierro que mi padre trabaja para hacer las dagas y las espadas que defenderán a nuestro soberano. Entre el ruido y el fuego. Tengo 7 años y pronto empezaré a aprender el oficio. Oigo golpes y voces que vienen del exterior. Unos hombres armados entran en la fragua y, sin mediar palabra, se llevan a mi padre, que no se resiste. Los ojos de mi padre, candentes como el hierro del fogón, se clavan en los míos.
Verano de 1599
Es noche cerrada cuando salimos del callejón. La noche y el silencio son nuestros aliados. El pueblo duerme sus fatigas y su hambre. Mañana, al despertar, podrán ver que alguien ha velado de nuevo por ellos. No mostrarán en público su júbilo pero, en silencio, sus bocas pronunciarán una plegaria por nosotros.
No queremos mirar cómo los cortes de la daga abren el camino que será el fin del suyo. Sólo cuando su cuerpo cae al suelo como un fardo pesado, y se queda allí sin movimiento alguno, regresamos a la noche. El camino es largo. Y duro.
Otoño de 1603
Los grilletes hieren mis tobillos y me impiden caminar. Desde el primer día me han separado de los otros. La soledad es obstinada. Me han acostumbrado a vivir con ella día tras día, noche tras noche, día y noche. No es con todo lo peor en este agujero húmedo, infecto, desnudo. Lo peor es el hedor, el frío intenso, el miedo. Y el odio incomprensible de mi único contacto, el carcelero. Hoy me ha mostrado una carta con el escudo real. Es el edicto que me condena. Mis ojos, cegados por la oscuridad, apenas pueden leerla. Con una risotada gruesa, el carcelero acerca su candil y señala con el dedo algunas palabras: PERDON IMPOSIBLE QUE SE CUMPLA LA SENTENCIA. Y se va, cerrando la puerta con un golpe implacable.
*
Los insultos y las risas que jalean mi muerte quedan ahogados por el amargo NOOO!!! de aquel a quien un día salvé la vida. Clavo mis ojos en los suyos, y veo antes de morir cómo la rabia y la impotencia resbalan lentamente por su noble mejilla.
10 comentarios:
¿quièn eres, Copèrnica?lo que has escrito es una animalada que me ha emocionado...atraviesan las costillas un dedo que señala, hundiendo la pregunta que lleva en la punta...el extranjero pasea, y para ante el orificio practicado...mira a un lado y al otro, donde todo està lleno de gente y no parece haber nadie...el pecho clama violencia, el cuerpo se excita...el extranjero retira el dedo que atraviesa el costillar, y ensancha el orificio para poder ver màs allà...en el momento en que se traspasa el umbral, el cuerpo se torna en estertor...¿quièn es?¿què es?¿cual es el olor de las palabras que de allì salieron?...
Medio vuelto queda mi cuerpo, los nervios y venas al aire. No recordaba mi pequeña chabola en el medievo, mi oficio de Sísifo, mi sumisión paseada por calles de adoquín. Estoy segura de haberlo vivido ,después de leer "Perdón imposible", maravilloso encanto de la proliferación de vidas por las palabras bien dichas.
Hasta esta noche espero.
mónica, los lobos acechan...
mi Mónica: que no te caiga ni te arranquen la máscara para que sigas siendo usufructuaria del anonimato que nos regala este contundente relato; este invierno elidido, lágrimas resbalando por la noble mejilla...
Ahora que todo ha sido aclarado, solo me queda decir: ¡ay, mi madre! Espero que los miembros del Colectivo hayan sabido apreciar el acto de autobombismo genético que me he permitido perpetrar: al fin y al cabo, yo no soy sino el fruto de aquel bombo... Y, en cualquier caso, lo hemos pasado bastante bien, ¿no es cierto? ¡Gracias, Mónica, salud y autobombo!
Te quiere, el fruto de tu bombo.
seguimos esperando las palabras de Mónica...
Durante largo tiempo todo giró en torno a ti!!Yo todavía continuo petrificado tanto por los relatos como por la revelación identitaria... solo puedo añadir que fuiste una verdadera loba esteparia-literaria, Copérnica.
hasta mas leer, autobombasta!!!
Guau guau guau, que decía el perro alucinado. Qué decir: de casta le viene al galgo, y claro como había tan buena astilla pues hemos conseguido un buen palo. Por cierto Polbina: tus choricillos te mandan recuerdos.
Gracias por lo del palo, Ogro... pero de los troncos flotantes que me mandan recuerdos no me hago responsable! Yo parí dos, y allí se quedaron intactos, con su forma de colon y recto, respectivamente... Así que no hace falta ser Sherlock Holmes para darse cuenta de que ellos no pudieron haber embozado el wáter!! Por lo que la investigación debería ir encaminada hacia la siguiente pregunta: ¿quién estuvo allí sentado antes que yo?
está usted eximido de toda culpa, como siempre lo estuvo. ya hemos apartado del caso al sabueso hueletruños que intentó implicarle en estos menesteres. Yo por mi parte nada tuve que ver. Si no habría dicho: de tal horticultora, tal planta pinos.
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