martes, 18 de septiembre de 2007

Elegía por la caída del camarada Lenin

Compañeros, compañeras:
El Órgano Constituyente del Colectivo Autobombo por el Cumplimiento del Impuesto Hebdomadario (OCCACIH) se encuentra en una delicada y luctuosa situación. Por primera vez en la era del autobombismo bloguiano uno de los miembros más conspicuos del Colectivo ha transgredido el Código Interno del Autobombista Integral y debe ser castigado. El dolor que sentimos, huelga decirlo, es inmenso. Pero el deber nos empuja a tomar decisiones no siempre agradables. Desde ahora y hasta final de semana se abre la veda para proponer todo tipo de sanciones, castigos, puniciones, correctivos, penitencias o expiaciones que puedan ayudar al camarada Lenin a purgar su culpa y volver al recto camino del autobombismo auténtico. Se admitirá también, por supuesto (la indulgencia forma parte de nuestro carácter), que el implicado use este espacio (a falta de haberlo usado cuando y como debía) como palestra para ofrecer sus excusas y pedir clemencia de la forma más convincente e imaginativa que pueda. Pero todos sabemos que el OCCACIH acostumbra a ser inexorable en sus resoluciones.
La Secretaria Eternamente Provisional del OCCACIH.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Quina il.lusió un congrés internacional!!!

Me estoy entrenando por ti, Lenyn Timar...

Rodarán cabezas!!!

Anónimo dijo...

Yo opino que deberíamos rebajar a Timar a la la categoría de Presidente Honorífico del Colectivo, es decir un personaje sin voz ni voto pero que tenga que asistir a todas las reuniones y concilios y presentaciones, algo así como lo que hace Di Stefano en el Madrid.

Anónimo dijo...

La propuesta anterior me parece ingeniosa, pero excesivamente benévola. Imaginad que corre la voz y nos convertimos en el hazmerreír de la blogosfera: ¡en Autobombo a los díscolos se los nombra presidentes!

Anónimo dijo...

estic d'acord amb el ironicman, imagineu-vos tota la blogosfera mirant-nos. Quin horror!

Anónimo dijo...

Me dispongo a realizar una contribución anónima, asustada por los estrictos reglamentos de su colectivo, y por los rígidos castigos que no dudan en imponer con ayuda del bombín. Sin duda soy un timo de camarada por no dar la cara, pero no la Camarada Timar, con quien me solidarizo por haber llevado a cabo el duro y difícil trabajo de no hacer algo; sé que lo tomarán a broma pero sin duda en cuanto a la moral se refiere y de moral se trata, es mucho más arriesgado faltar a las responsabilidades contraídas que crear una obra maestra como hacen todos. Pero como mi anonimato me protege hasta de mis imperativos morales, procedo a exponer la situación en la que ahora me encuentro, que se debe únicamente a mi empecinado empeño por realizar un pequeño homenaje, por no decir plagio, al Ogro del Sí. Les contaré como debido a ello, salir de la habitación me resulta difícil, muy difícil. El sudor me resbala por la frente, debería salir, estoy sucio y no he probado bocado en todo el día: debería salir, comprar algo de comida, eso estaría bien. Tal vez conocer a alguien, hacer una vida normal. Pero sé que es mejor ir despacio, sólo salir. Probaré mirar por la ventana, estoy cerca, desplazo la cortina, me asomo. Estoy sudando, me tiemblan las manos, esto no va bien. Tengo hambre. Hace diez diez días era un hombre normal, estaba sentado en una terraza, y entonces ocurrió. Estaba tomando un café cuando vi a una niña jugando con un escarabajo, le había arrancado las patas y hecho un cercado con palitos de madera del que no le dejaba huir. El escarabajo arrastraba penosamente la mitad posterior de su cuerpo, la niña levantaba uno de los palitos y el bicho se dirigía hacia allí con gran esfuerzo. Cuando llegaba, la niña volvía a colocar el palo, levantaba el del lado contiguo, y el escarabajo volvía a repetir el proceso, dando vueltas inútilmente. Sé que la crueldad humana es capaz de mucho más, que este episodio es sólo un juego de niños, pero creo que es precisamente esto lo que me ha hecho recluir en mi habitación y ya no me siento capaz de salir de ella, sólo pensarlo vuelvo a sudar, me mareo, siento náuseas. Me doy asco, quería estar enfermo, enloquecer levemente, pensaba que eso me haría mejor escritor; mentira, ya no necesito mentir más, pensaba que eso me haría escritor. Pero ahora, ahora sólo quiero salir, ser normal, al fin y al cabo sigo siendo mediocre, sólo que ahora no puedo comer porque no me atrevo a ir a comprar, y tengo hambre, me duele la tripa: no quiero este dolor, este miedo, esta nimiedad insoportable. Tengo dinero, todavía soy joven, y de vez en cuando alguna mujer se interesaba por mi, es obsceno que un hombre como yo no sea feliz. Podría llamar a algún conocido, fingir que estoy enfermo, pedir ayuda, pero... el pudor, y además, no solucionaría el problema. No dejo de ver la sonrisa de la niña cuando cierro los ojos, doy vueltas en la habitación, lloro. Miro la puerta, pienso que debo hacerlo, no es tan difícil, pero otra vez las náuseas, el mareo, y un vacío metálico en la garganta que me absorbe la voluntad. Le doy la espalda a la puerta, ahora puedo tragar saliva otra vez pero sé que no podré salir de aquí, la niña, el escarabajo, los palitos. No tengo más comida, ayer deglutí un poco de harina con agua, lo último que quedaba en la cocina. Quizá una ducha, limpiarme un poco, si quiero salir mejor pasar desapercibido. Sé que no voy a hacerlo, será mejor pensar en otra cosa, quiero acabar con esto, de todos modos cuando me pongo a escribir no me soporto, soy pretencioso, mi prosa está manida, y sólo escribir algo bueno podría justificar mi vida, aburrida hasta para mí, así que lo mejor será pensar cómo: hacer de mi muerte mi única obra. No quiero envenenar mi cuerpo, ni grandes saltos ni sangre, sólo morir como he vivido, anodinamente. No puedo escribir una gran historia, si encuentro una buena forma de morir quizá me perdone la vida.
Estas son las últimas palabras de un camarada menos. Reconozco que me veo obligado a matar a un yo a diario si quiero vivir en el mismo espacio que ahora, puesto que mis yo, hombres y mujeres, etílicos y desequilibrados, no dejan de reproducirse, promiscuos como son, y crecer. Además, dicho camarada no se dejó morir devorado por las hormigas o golpeado por la puerta del microondas, simplemente comió madera de viga hasta que el techo le cayó encima, por lo que no me pareció adecuado rescatarle, a cualquiera podría ocurrírsele eso.

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