miércoles, 29 de agosto de 2007

Primera crónica porteña de una mujer calva

Pocos bombines he podido descubrir hasta ahora en Buenos Aires, ciudad del tango, los señores con bigote y las medias luna. Después de escasos días en este país, puedo decir que he llegado a una conclusión contundente y fundamentada: el bombín argentino es puro mito. La razón la encontré en una perspicaz observación de un compañero de aulas y farras (y que, por cierto, está ya medio calvo):

"aquí los hombres son peludos de pies a cabeza; tal es así que es cosa bien extraña adivinar en boliches y museos calvicies totales o incipientes".

A este apunte, posible después de que dicho amigo realizara un exhaustivo trabajo de campo en la terminal de autobuses de Rosario -trazó dos columnas en una libretita (una para los calvos, otra para los peludos) y estuvo dibujando palitos en una u otra segun la pelumbrera de quienes transitaban por ese lugar (sobra decir que la columna de los peludos parecía un frondoso campo de maíz y la de los calvos un lamentable orinal con un solitario sorete)-, le siguió su subsiguiente explicación, en esta ocasión proveniente de la madre de otra compinche de almiralls y frankfurtecas:

"aquí el agua es mucho mejor que en España y eso, parece que no, pero a la larga afecta al cuero cabelludo".

Así que, ágil como soy, deduje que:

1. Hay pocos calvos en Argentina que sean argentinos.
2. El agua en Barcelona terminará arruinando el negocio peluquero.

Teniendo esto bien claro (tuve que escribirlo yo también en una libretita cuadriculada, porque si no me tuerzo), fui un poco más allá y logré saltar del pelo y el agua al Bombín. La conexión se dio, seré sincera, por mi tozudo interés en autorretratarme -sin que se me viera la cara- con la prenda símbolo de nuestro patrio y amado colectivo. Fue imposible, pues no hallé a nadie que amablemente pudiera prestarme para tal acción su sombrerito de fieltro. Así que, entrecerrando los ojos -porque dicen que haciéndolo se piensa mejor-, alcancé el tercer punto de mi tesis:

3. Si el agua es buena, no hay calvos; si no hay calvos, no hay bombines.
o
3b: Si no hay bombines, no hay calvos; si no hay calvos, el agua es buena.

Y de este modo estuve elucubrando hasta pulirme todas las letras del abecedario. Segundos después -todavía fruncía el ceño-, me dirigí sin pensarlo a unos grandes almacenes, pues, sea en Argentina o en España, en esos lugares siempre tienen de todo:

"Voy a comprarme una boina porteña. Ultimamente se me está cayendo mucho el pelo".

Eza Calva II

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Entiendo que Ed Gein haya interpretado sus lecturas talibánicamente...

Debería aprender de EZA, espero que sus bombines me iluminen la calva algun día... (y eso que no soy argentino, ni bebo agua de BCN)

Pido disculpas por la deficiente calidad literaria, pues Autobombo no se lo merece.

Iré al infierno, lo sé.

Camaradas, segundo Congreso YA!

P.d. Rogaría fervientemente la continuación de La Autoinvención, pero tengo algunas rencillas con el Sapo Eze.

Anónimo dijo...

Pioje me remitía esta cuestión: Y las pibas por qué no se quedan calvas?

Anónimo dijo...

3a. O el agua argentina es muy buena o la quilla no navega como debiera por allende los mares.
Has perdido el norte en el hemisferio sur o prefieres que te envie una brujula en un bombín flotante. Tu decides, pero antes de que te quedes calva, que ya somos los que somos y no queremos ser más.

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