martes, 21 de agosto de 2007

"La Autoinvención", por El Sapo Treze

Hoy en la isla ha ocurrido un milagro, el autobombo se adelantó. En una botella, cifrado el mensaje y encriptado el holograma de manera beligerante, parecían exculparse de no saber falecios, nicárqueos o rispettos los que parecían ser viscerales y realistas. Los que creemos en el bombo y en el auto, no podíamos más que transmigrar nuestras partículas de un lado a otro de la isla, mientras las imágenes del I believe recorrían nuestras retinas a través de nuestras conexiones, en búsqueda de alguna respuesta a todo esto.

Estas pesquisas convirtieron nuestros cuerpos salvajemente detectivescos en algo más que informe materia corruptible, para que nuestras mentes nómadas renegaran del tecno-hermetismo y reivindicaran su naturaleza cyborg, el placer de la carne y la heurística de la red, ya que como bien saben todos los autobombásticos, no hay nada como el orgasmo cibernético.

Volviéndonos a las pesquisas iniciáticas de estos verborrosos recuerdos, el mensaje de la botella continuaba siendo un enigma. Gracias a nuestro disco duro, visualizamos aquella foto que hiciéramos bañándonos en la pileta mientras se escuchaba “Té para dos”, y recordamos que junto a ella estaba el Museo. Precisamente en este templo o manicomio, o como nosotros quisimos believe, Museo, había una biblioteca en la que alguien había oído que alguno habría visto, en alguna década del pasado o del futuro, cierta Tesis doctoral de una tal Quilla que podría aclararnos algunos puntos, términos, ideas, conceptos o interrogantes (esto no lo sabríamos hasta encontrar el libro, si es que es que tal objeto existiera). Sin tomar ni una birra más, nos teletransportamos hasta las coordenadas calculadas por el Burrot (nunca dudamos de sus aptitudes físicas), y una vez allí todos pudimos contemplar la última obra del Sargento Pioje, al que recordaremos entre otras cosas por sus magníficos grabados ─de hecho es bien conocida la admiración que Escher le profesaba al maestro. Pero sin divagar más, aunque a veces es dificultoso bajo los efectos del Can-di, la verdadera anécdota comenzó al entrar en la biblioteca…

(Continuará.)


P.S.: Por decreto ley, le paso la bola al Pioje.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Je, que bien! No habían más piojillos por ahí, no? Con las ganas que tienen algunos (Timar, Ogro...) y va y me toca la bola. Puto Bombo. Sapoooooo (el piojo va a) por ti.
Si no me falla la memoria, en las últimas escapadas menorquinas, santanderinas, navarras...se os olvidó algo, no? Vaya, vaya...
Saludos a los que se van: Quilla, Burrot, bon viatge!!!
Y a Todos: seamos espontáneos, voluntarios, no Hebdomadarios, por favor!!

Anónimo dijo...

Apuesto a que ni siquiera los que han leído a Bolaño sabrían decir aquí y ahora lo que son los falecios, los nicárqueos o los rispettos... Bah, literatos de pacotilla!!! Espero que El Sapo nos alumbre en próximas entregas...

Anónimo dijo...

rueda la bola bola de bolañón

fruitman dijo...

con todos mis rispettos, a mí esto del orgasmo cibernético no me convence... donde haya una putina como mar, que se quite todo lo demás.

Anónimo dijo...

Estoy con usted, señor Fruita. Yo ya dejo de leer esto y me engancho a la página de El Listo. Por cierto a esta página le vendría bien algo de su humor, una colaboración con el Sargento Pioje o algo así, para refrescar tanto enrevesamiento.

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