El pequeño Max se acuesta después de un atareado día. Las actividades extraescolares, sumadas al rigor de los nuevos planes educativos, dejan mella en su fragil constitución. Está cansado, y aún así, no consigue conciliar el sueño. Se revuelve entre las sábanas, intranquilo. Intenta pensar en cosas que de normal lo apaciguan: ovejas degolladas, carneros violando a potras, las carcasas putrefactas de bovinos consumidos, mas nada funciona hoy. La noche se alarga, y el anhelado descanso no llega. De pronto, cae en la cuenta, qué obvio, cómo no lo pensó antes, abre el cajoncito de su mesita de noche y tomando entre sus deditos el cutter de la clase de plástica se raja la yugular con un tajo seco y feliz.
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jueves, 27 de enero de 2011
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