WG Episodio 2, por El Ogro del Sí
En principio, cuando encuentras la ganga soñada después de muchas horas de desesperación y de acudir a una cita decepcionante tras otra, estás muy alerta a la hora de dar credibilidad a lo que intentan venderte, porque sabes que siempre se esconde algún factor que hace que lo barato sea caro. Sin embargo yo, que no sabía cuales serían esas «Genau Bedindung», —¿sin calefacción en Berlín? ¿tendría agua corriente? ¿instalación eléctrica? ¿muebles?—, que no había llegado a concertar cita alguna, dado que no pensaba moverme de la silla sin antes haber conseguido algo que mereciera la pena ver, iba a la primera de estas con toda la confianza del mundo. No me cabía la menor duda de que me encantaría y de que sería allí donde me quedaría, costara lo que costase —doscientos euros y ni un céntimo más—. Con esto en la cabeza y totalmente convencido de mis actos volví al hostal, hice la maleta, me despedí de los inquilinos con un insulto soez y le dije hasta nunca al recepcionista húngaro y sus diarreas.
Había hablado con el casero por teléfono, una voz neutra y nasal que pareció impacientarse ante mi pobre capacidad de manejo del idioma y chistó un par de veces para asegurármelo, pese a lo cual habíamos conseguido convenir vernos a la entrada del edificio, en las escaleras, a las nueve de la noche. A pesar de mi anterior optimismo, la reacción negativa del casero —más que previsible por otra parte—, hizo que dudara del éxito de mi empresa. Como tenía tiempo de sobra antes de la cita, decidí darme una vuelta por la Puerta de Brandeburgo y ver aquellos fastos que estaban preparando para la celebración del vigésimo aniversario de la caída del muro, con la intención de contentarme y levantar el ánimo. Toda Europa parecía entusiasmada con la celebración. Hacía ya unos meses que la ciudad venía siendo protagonista en los telediarios, siempre ávidos de noticias que susciten el interés popular general, y en las más diversas revistas, desde las de motor y deportes hasta las de ganchillo y punto de cruz. Yo me sentía parte de la historia por tener la oportunidad de vivir ese gran momento. Acudirían figuras políticas y culturales de toda índole, Gorvachov, Helmut Khol y Bush padre, en calidad de artífices del milagro de la apertura, los adalides de la intelectualidad y la política mundial, toda la cantera de insignes premios Nobel que tenían salud para asistir al evento, e incluso alguno en su último estertor que prefería morir en acto de servicio antes que perderse aquel momento tan importante. ¡Por todos los santos, pero si vendrían incluso U2, Bon Jovi y el flamante Nobel de la Paz, el nuevo salvador de todas las democracias y esperanza de todos los negros hambrientos del continente africano! Por supuesto que me enorgullecía estar allí presente. Yo también sería parte del progreso y los adelantos que pronto se materializarían en nuestra tristemente descompensada sociedad. Cuando pensaba en la importancia de estos acontecimientos, imaginaba la alegría que transportarían a los más desfavorecidos, las grandes propuestas que se llevarían a cabo a raíz de la multitud de encuentros por la paz que se habían generado en torno a la celebración, la libertad de maniobras con que contarían a partir de entonces organizaciones como las Naciones Unidas y el siempre atado de manos FMI. Sólo pensar en ello bastó para que me olvidara de la posibilidad de que algo fallase en mi encuentro con el casero.
4 comentarios:
Lleva a cabo un acto de justicia y bondad y se lo reprochan, increible.
Uau!!! ¡Qué pirulí narrativo! Creo que podemos esperar grandes cosas de este personaje; yo espero que no nos abandone, y que se cruce con alguien que lleve bombín. Ahí va mi petición, de momento, para celebrar esta serie de divertidos e inquietantes relatos, yo lanzo el mío al aire.
¡I belive in autobombo!
Así es la gente de bien. Putos desgraciados. Prefieren un perrito de mierda a respetar la gloria y la historia de las naciones. Hay que cortar cabezas. Más, muchas más.
A decir verdad, yo pensaba que le iba a dar la patada al milico de los cojones... Así que esa es mi petición: que se deje de minucias caninas y que reparta justicia de la buena!!! :-p
(No tardes en publicar la tercera entrega, Ogro, o pediremos que el personaje se encuentre contigo mientras meas en la ladera de Kreutberg una madrugada de resaca...)
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