domingo, 28 de octubre de 2007

Gusanos de seda, por Eza niña

Ahora me parecen repugnantes, aunque de hecho su asquerosidad sigue resultándome algo entrañable. De pequeña, sin embargo, había pataleado ante mi padre para que me dejara acoger a un par en la caja de unos zapatos recién estrenados, una especie de mocasines ridículos con dos lacitos de princesa. Era su ojito derecho, por lo que fue fácil convencerle. Incluso lo imagino todavía subido a una rama, arriesgando la integridad de sus huesos por unas cuantas hojas de morera. Alimentar a esos bichos despreciables era como darme de comer de su mano, hacer de papá valiente que lo da todo por su niña y sus gusanos. Ahora empiezo a comprenderlo.

Recuerdo mi desazón cuando maté a Gusano el primer día, cuando dejé volar mi violencia y las tijeras de cocina de mi madre. No entendía cómo mi voluntad mesiánica se había convertido en asesina en un segundo, en el simple acto de agujerear una tapa de cartón de lujo. Mi sonrisa invirtió su curvatura al descubrir medio cuerpo de gusano en el filo de ese metal maldito y puntiagudo. Quizás su muerte lo convierta en mariposa, tijeras negras abiertas por el viento. El ataúd de los gusanos no está hecho de madera. Cierran los ojos, como la abuela de cera, y su piel florece en otra caja más pequeña, minúscula y oscura cáscara de cacahuete. Yo te rindo el homenaje del verdugo, escondiéndote bajo una hoja que ayer pinté de azul y juntando tu cabeza y tu cola con mi goma de cabello. Cuando seas mariposa saca tu lengua de Gusano y salúdame desde el balcón.

Mis pasos me llevaron a mi esquina secreta, ese trozo de baldosa gastado por mi misterio de niña con zapatos de charol. Me dejé resbalar hasta el suelo, mi cuerpo muerto, como un gusano de seda partido por la mitad. Mi corazón latía en los puntos de sutura y mi cabeza rueda bajo un árbol tropical. Los brazos de mi padre se extienden hacia mí, como una enredadera, como una masa amorfa y rígida que se agranda sin cesar. Como una cáscara de huevo que se cierra de nuevo, como la tormenta, el negro más negro en un cubículo sin un solo gusano de luz.

Solamente Seda chisporrotea débilmente, su cuerpecito asqueroso pegado entre mi espalda y la pared.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En fin, niña Quilla, qué puedo decir. Es evidente que yo también sentí la tentación de cortar el gusiluz de mi hermana en dos. No sé si por la tendencia ogresca a mutilar miembros que adquirí la primera vez que vi el "Saturno" de Goya o porque me corroía el "gusiluz envy" tan referido por los sicoanalistas. Pero sí, comparto esas fobias y te agradezco que nos demuestres que, a pesar de lo capullos que somos, pueden salir bellas mariposas de nuestros traumas. Siempre agradecido

Anónimo dijo...

Afligido eztoy.
Eze guzano habria zido repugnantemente amado zi no hubiera zido por la vida arraztrada que llevaba. No te culpez. Ezte recuerdo pozmortem memorabiliz te redime y te abrirá laz puertaz de loz cieloz. Ziempre que Zan Pedro no zea un guzano...

Guz

Anónimo dijo...

Eza, hauríes d'haver-ne mort molts més d'animals. Potser tres o quatre peixets (d'ulls de peix bullit) o una rateta de companyia, o potser una tortugueta... perquè així podries fer un petit recull anomenat: bestiari; i tots el gaudiriem, com aquesta petita obra d'orfebreria.

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