jueves, 1 de abril de 2010

La casa de los perros

Colectivo Autobombo se complace en presentar el primer texto escrito en directo, con pantalla compartida y corrección automática a distancia entre Berlín y Barcelona. By Léolo de Gris (con comentarios y presencia inspiradora de la Zozobra).


En la casa de los perros. Sí, así la llamaban, supongo que por la cantidad de pulgas que había en ella, porque perros, lo que se dice perros, no habían dejado ninguno. Allí era donde se reunían. Es cierto que no tenían fama de buenos ciudadanos,al fin y al cabo eran todos políticos, pero tampoco se podría imaginar que se dedicaran a esas tramas. En realidad lo bueno del lugar era que estaba apartado. Nadie en la oficina de administración podía simular que no sabía lo que estaba ocurriendo. Del primero al último de sus peones estaba de mierda hasta la cabeza. ¿Qué podía hacer yo, un simple barrendero de barrios y burdeles? Por ahora lo único que podía hacer era terminar la jornada. Después podría barrer los burdeles, y más tarde ya acabaría de limpiar la porquería de los peces gordos. Lo dejaban todo hecho una piltrafa. ¿Me tenía que importar a mí que se reunieran allí, en aquella caseta abandonada? Tal vez hubiera tenido que rechazar esos cien pavos y mandarlos a paseo, me dirán algunos. Pero quien crea que yo a mi edad voy a rechazar ningún regalo por mantener la ética profesional en mi puesto de trabajo va listo. Ya he aguantado a suficientes marionetas como para ponerme ahora a escamotear centimillos y mostrar remilgos. Cada uno barre para su casa.
El problema era que aquellos perros estaban acostumbrados a ese lugar. Era su sitio natural. Algunos de ellos habían nacido allí. ¿Pero que les podía importar a ellos una jauría de perros en un solar del extrarradio? Aunque pertenecieran al gobierno. Mucho mejor. Aquellos señores se comportaban como si todo lo que perteneciera al gobierno fuera de su propiedad, así que por qué no disponer de aquellos terrenos como mejor les conviniera. A los perros los llevaron a La Coloma. No estaba muy lejos de allí, a un par de kilómetros. Los tenían encerrados a todos en un solo remolque para caballos. Catorce perros en un remolque para caballos. Por supuesto a mí no me lo dijeron. Me enteré por Venancio, el que organiza las peleas. Me dijo que le habían ofrecido algunos, los que quisiera, en realidad todos, porque no sabían qué hacer con ellos. La Coloma se nutría con los perros abandonados del depósito municipal. Era increíble la cantidad de perros de pelea que había en el barrio: bull terriers, filas brasileros, dobermans, rottweillers,dogos argentinos, y sobre todo los más peligrosos, los dogos japoneses, algo más raro todavía. De los de la finca a mi cargo solo había un par de ellos de pura raza, pero supongo que a Venancio no le vendrían mal unos cuantos de prueba, de los que sacrifican para probar las virtudes de los competidores oficiales.
Los tipos llegaron como a las seis y cuarto. Me habían dicho que llegarían en punto, pero pase. Estoy acostumbrado a pasar las horas muertas y a aguantar a pelagatos. Les entregué las llaves y fui a dejar el carro y vaciar las alforjas. Me quité el uniforme y me di una ducha. Tan solo había una, que en realidad no era más que una manguera. Me había construido una taquilla con un aparador encontrado en la ronda, y conseguí incluso un banquito prácticamente nuevo, con lo que aquello tenía mucho mejor aspecto que los vestuarios de la empresa de limpieza municipal. Al menos aquí no había jabón rodando por el suelo empozoñado con la roña de una treintena de empleados que acababa de terminar la jornada de desinfección de las calles más podridas de la ciudad. A cambio yo me encargaba de la vigilancia del solar municipal, que estaba destinado a alojar un complejo de viviendas de protección oficial.
Lo que tramaban ni lo sé ni me preocupa. Que se llevaban todos una buena parte es algo de lo que no me cabe ni la menor duda. ¿Cuánto? ¿Acaso soy yo capaz de calcular a partir de diez mil euros? Eso dejénlo para los economistas. No crean, yo también he leído el Financial Times. De hecho es el único periódico de la basura que recojo. Pero a mí los únicos números que me gustan son los míos. Estaba allí toda la plana mayor: el concejal de urbanismo, el hermano, dueño de la constructora, la de vivienda, el de asuntos sociales… solo faltaba el alcalde. Pero no, ese no se dejaría caer por allí. Era de los que se lavaba las manos con lejía. Es probable que para firmar las órdenes de desalojo de todas las chabolas de La Coloma usara guantes de látex. Tal vez no se los quite más que para dormir. Para mear se la cojerá con papel de fumar, eso seguro. El alcalde era de los que se llevaban todas las ganancias sin que su nombre saliera implicado en ningún fraude. Cómo lo conseguía. A todos nos gustaría saberlo, pero lo cierto y lo más lamentable era que siempre lo hacía en los márgenes de la legalidad.
"Sí, señora, en los márgenes de la legalidad le han destruido su hogar para repartirse los benefecios de sus terrenos. ¿Qué le parece?", les decía yo a las que pasabn por allí para ver cómo iban las obras. Todavía no sabían las pobres que las suyas no estarían ya en esa zona, que nadie sabía lo que pasaría al final con las supuestas viviendas de protección oficial.
Los dejé allí a todos reunidos, sentados en sillas de playa, como delincuentes comunes, sus abultadas carteras sobre el suelo recio de cemento. Cerré la verja cuando entraron con los coches y fui a ver a Venancio. Al fin y al cabo estaba al lado. Si me necesitaban no tenían más que llamarme a gritos.
Al parecer las negociaciones fueron duras. No he llegado a saber ciertamente si era que el constructor, el hermano del concejal de urbanismo, no estaba de acuerdo en dar un tanto por ciento a la concejalía de vivienda, dado que ya le pasaba contribución a la de urbanismo. En un principio tiene su lógica, ¿no deberían estar los ministerios de vivienda incluidos en el de urbanismo? Dicen que el concejal cogió de la solapa a su hermano, el constructor, y casi le da un tirón de orejas. Al parecer era la primera vez que el constructor entraba en gestiones con la administración y no sabía muy bien cuáles eran los procedimientos. Cuando se trata con la administración hay que pagar a todas las concejalías porque si no la irregularidad acaba saliendo a la luz.
La llamada de Venancio llegó en medio de todo este follón. El concejal de asuntos sociales sólo contestó a grito limpio: «¿Qué coño me importan a mí unos perros de mierda? Tengo cosas importantes aquí. Estoy reunido. Lo solucionas o te vas al carajo». Así que a Venancio le tocó solucionarlo. La verdad es que tuve que darle la vara bastante para que llamara, pero también él tiene su corazón. Aunque sea él quien organiza las peleas. Aquello no es más que un medio de vida. Otra cosa es la crueldad por la crueldad. Tampoco él podía soportar oír los aullidos y quejidos de los perros. En las porqueras no quedaba sitio más que para los perros de pelea. Aquellos animales no son de los que se encierran en jaulas comunes. Han nacido para matar, para quedar como ejemplares únicos o morir en el intento. No tenía jaulas vacías, ni se podía permitir el lujo de dejarlos en el patio. Los perros de pelea se ponen muy nerviosos cuando ven a perros sueltos desde el cautiverio de la jaula. Sacarlos para los ejercicios habría supuesto una escabechina. No obstante ya estaban suficientemente nerviosos. Parecía que los olieran desde las porquerizas. «No han parado de ladrar desde que el camión llegó con el puto remolque de los cojones», dijo Venancio. «Tendrás que sacarlos», insistí. Creo que al final los sacó de allí más por acabar con el ruido infernal que habían armado las dos jaurías que por voluntad propia. Los aullidos eran desconsoladores, y venían mezclados con ladridos desgarrados y gruñidos de pelea. Parecía que se estuvieran comiendo los unos a los otros en el interior del pequeño remolque. Lo cierto es que mucho sitio no podian tener . Habían de estar amontonados a la fuerza. Y a veces los perros son muy celosos de su propio espacio. Por eso eran tan descorazonadores sus gritos. Se clavaban en el oído como el sonido de un martillo automático contra el pavimento. Al final Venancio se convenció de que la mejor solución era meterlos en las porquerizas y sacar a los perros de pelea para que dieran cuenta de ellos. Supongo que fue eso, porque en un momento entre aullidos y gruñidos le dio un arrebato y pareció enloquecer. Fue hacia el remolque sin decirme nada y abrió la trampilla para caballos. Hubo un segundo de silencio. Después los perros ladraron con más violencia aún y sus gruñidos se fundieron con los gritos de Venancio, como si se estuvieran ensañando con él, y sus aullidos se perdieron por la carretera que llevaba hasta la caseta. Cuando vi que no aparecía salí a ver qué había pasado. Efectivamente, se habían comido a los perros más pequeños. Y el rostro de Venancio estaba completamente desfigurado por los mordiscos. Yacía allí, tirado junto al remolque, supongo que sin vida. No me atreví a tocarlo. Cogí su teléfono y llamé al concejal de asuntos sociales para que llamara a una ambulancia o hiciera lo que creyera conveniente. No contestó al teléfono. Desde allí fuera se seguía oyendo a la jauría enfebrecida. Era un rumor confuso. Mezclado con gritos y ruidos pesados. Fui corriendo hasta la casa de los perros. Habían conseguido recuperarla. Se habían apoderado de sus antiguos terrenos y habían acabado con la plaga de parásitos que la ocupaba. Los concejales y demás escoria habían quedado rociados por el suelo en diferentes posiciones. Uno incluso había alcanzado a llegar hasta la verja: el propietario de la constructora, el hermano del de urbanismo.

10 comentarios:

R. dijo...

joder, c``omo me gusta!!!!llevas el ritmo en la sangre, baby...un gran sentido el de tu cintura...ahora s``olo falta saber si los perros cavaron agujeros bajo la verja, s``olo falta saber qu``e sucedi``o m``as all``a de la verja...o no.

El ogro del sí dijo...

Lo sabremos en breve si alguien se decide a contarlo

colectivo autobombo dijo...

Por cierto Zoz. Deberías encontrar la manera de poner un enlace al google translator para que nos lean overseas y around the world en la versión manca inglesa. ¿No te pare? Si no, Lelishop encontrará la manera. Ya ya he visto blogs que lo tienen.

Raposilla dijo...

Los pocos publicantes demuestran de continuo que no fanfarroneábamos al decir que esta página es brutal.
Este nuevo texto, trepidante, magistral y ladinamente narrado, lleva de nuevo al Colectivo a las más altas cotas de genialidad literaria.
Propongo la impresión de billetes con el lema In Ogro We Trust.

zoz dijo...

No es bueno que los perros pasen hambre.

polbina dijo...

Comentario obvio, pero alguien tenía que hacerlo: guaaaaaaauuuu!!
Por cierto, conozco en Madrid a un drag queen puertorriqueño cuyo padre se gana la vida en Puerto Rico con las peleas de gallos... Habrá que ir a hacer trabajo de campo, ¿no?

Leli dijo...

raposilla es rapaculos? hola hola!!

esto me encanta, me asusta, me asustáis, últimamente hay mucho nivel y mucha viscera, esto es la ostia...uy, perdón que es semana santa...
besos a todos, con ganas de verlos pronto

elli dijo...

no, claro, raposilla es de zorra, no? (bueno, al menos uno se da cuenta de su incultura...)

Leris el Godo dijo...

¿Drag queens, portorriqueños y gallos de pelea? ¿Dónde hay que ir? Suena excitante.

pol bin dijo...

Yes, Leris: el tipo tiene siete maletas repletas de pelucas y trajes de drag queen. Y su padre cría gallos en San Juan de Puerto Rico para que se saquen los ojos en peleas semiclandestinas.
Yo me lo imagino como el reportaje que llevará a los Oscar al Colectivo Autobombo en pleno...

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