Pamplinas
No recuerdo cómo, ni por qué, me encontré tumbado entre aquellas adormideras que infestan los sembrados de suelo arenisco. Más tarde, aunque también puede que ocurriera con anterioridad, tuve conocimiento de que su verdadero nombre era "pamplinas". Me parecía haber tenido algún tipo de fiebre, o que aún era presa de ella. No era muy capaz de distinguir las sensaciones ni los estadios por los que atravesaba mi pobre y aturdido cerebro. A mi alrededor todo, como si de la última pesadilla de Molière se tratara, se teñía de amarillo enfermedad, un amarillo que no se veía atenuado por la continuidad reflectiva del sol (Aviso: La palabra reflectivo no está en el Diccionario) ni por el imparable trino de los pájaros que revoloteaban a mi alrededor. Me quedaba preguntarme si aquel lugar en el que estaba formaba parte de un fin o de un principio, si se trataba del comienzo de algo o es que había alcanzado algún destino final, a partir del cual, se resolvería alguna de las muchas incógnitas que jalonan la existencia de cualquier ser cuya capacidad de raciocinio ponga en entredicho cada uno de los actos que acomete. Lo cierto es que no quería salir de allí. Bueno, no tenía ninguna inclinación a hacerlo, aunque también es verdad que de haberlo intentado no habría tenido posibilidad de llevarlo a cabo. ¿Qué era aquello que me mantenía paralizado y anonadado, si no la belleza de todo aquello que me rodeaba?
6 comentarios:
ESTE SÍ VALE.
"Inalterable Pamplina" es un nuevo miembro del Colectivo? Plas, plas, en cualquier caso, por su borgiano texto...
Creo que no, pero sería un bonito nombre. Lo de Inalterable sí me suena, pero yo diría que eso de las pamplinas se lo ha amarrado ahí para esta bonita ocasión. Yo también aplaudo con la boca llena de pamplinas amarillas. Mmmm... amargas.
gracias al trono fallido.
¡Pamplinas!
¡paparruchas!
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