La barba de Schopenhauer
Decía Arthur Schopenhauer que «la barba, al ser casi una máscara, debería estar prohibida por la policía», para afirmar acto seguido que «además, como distintivo del sexo en medio de la cara, es obscena y por eso les gusta a las mujeres». Este verano se han dejado barba el Rey, el Príncipe y el portero del Real Madrid, así que yo me pregunto: ¿de qué habrían hablado este mes las revistas del corazón si la policía hubiese hecho caso a don Arthur Schopenhauer? Y, sobre todo: ¿será verdad que les gusta la barba a las mujeres? Yo me la dejé en pleno invierno y no ligué ni más ni menos, sino exactamente lo mismo: es decir, nada. Tampoco es que hiciera una encuesta para saber si estaba más agraciado, pero nadie me dijo que le pareciera obscena, y como a mi mujer le gustaba, pues qué carajo, me la dejé crecer. Al principio pica un poco, pero luego uno se acostumbra… ¡y qué descanso no tener que afeitarse cada mañana! Vale que yo me afeito una vez a la semana, pero eso no quita que a partir del octavo día me levantara todas las mañanas pensando: ay, si no me hubiera dejado barba, ¡qué pereza me daría hoy afeitarme! Luego está la cuestión de la seriedad: vamos, que la barba, como que impone. Te da un aire de gravedad. Para un escritor eso es fundamental: mira Tolstói, mira Dostoievsky, mira Hemingway, ¡mira Valle-Inclán! Cuando el editor te pregunta cómo llevas la novela, si no tienes barba estás perdido; en cambio, si la tienes, te mesas con fruición los pelos de la papada y respondes como un viejo lobo de mar: ¡viento en popa, marinero! El efecto es insuperable.
Desde luego, la barba tiene también sus detractores, y no solo el viejo Schopenhauer: que si en verano da calor y en invierno atrae a los fideos como el imán al polvo de hierro. Pero nada comparado con el placer que da dejarse crecer una buena barba. Y es que yo creo que, en el fondo, los hombres no nos dejamos la barba ni para gustar a las mujeres, ni para cabrear a los filósofos, ni para tranquilizar a los editores, sino para sentirnos un poco rebeldes. Rebeldes sin causa, por supuesto, pero rebeldes al fin y al cabo, que a cierta edad es lo que da más gusto. Por eso lo peor que nos puede pasar es que nuestra madre nos vea y diga: pues te queda muy bien la barba, hijo mío, ya era hora de que te la dejaras. Entonces no nos queda más remedio que encerrarnos en el baño y descubrir que el mayor placer de dejarse barba consiste en rasurarse de nuevo.
4 comentarios:
MIs felicitaciones para este gran cronista de actualidad, que a decir de barbas, no sé quién podrá ser. Me alegra doblemente porque yo ya venía dispuesto a aderezar la página con alguna historia no venida a cuento con tal de dar pábulo al rey y entretenimiento al salteado lector que a veces nos acompaña. Cuán grato despertarse con una nueva crónica que nos endulce el día.
PS: en mi caso la barba me sirve 1- Para que haga juego con la barriga (también incipiente); 2- para esconder la papada.
Anónimo zozobra perdida dijo...
Tan humano que por un momento llega a desaparecer para acto seguido remontar el vuelo y ser estremecedoramente humano: "...para sentirnos un poco rebeldes. Rebeldes sin causa, por supuesto, pero rebeldes al fin y al cabo, que a cierta edad es lo que da más gusto.".
En mi caso sirve: 1. como reloj; 2.como apéndice que crece; 3. un callado "que le jodan a la desmaravilla".
:O
excelente relato, sí señor. yo personalmente, la barba me la dejo por no afeitarme, y para que algo cambie de vez en cuando.
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