Pequeñas historias de un niño llamado Max
El pequeño Max oye la sirena danzarina del camión de los helados. Max baja desde su habitación y se planta delante del camión antes de que éste haya frenado. ¡Quiero un polo! El heladero, que ha bajado ya el alféizar que le sirve de aparador, le invita a subir por la puerta trasera del camión y rebuscar entre las cajas a la caza de su sabor. El pequeño Max se relame conjugando sabores y texturas en su lengua aún virgen. Espera el sabor de las pipas, de las fresas, del chocolate. Cuando le encuentran, frío y feliz, su boca es una pallasística mancha irisada.
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