Descansaba tranquilo sobre la espalda de mi vida. Sí, yo antes miraba esto y aquello. Clavaba los pies en una plaza y me miraba pasar. Era parque movido por un viento necesario que calmara la quietud de mis pasos. Troceaba mis textos para sentirme recio, respaldado por una estructura, un ritmo, una medida, una coartada.
Recibí la noticia una tarde de Diciembre: el Doctor Vorratxes me había citado como referencia en uno de sus más aplaudidos ensayos. La comunidad literaria neoyorquina no tardó en hacerse eco de mi obra y poco después empecé a recibir los primeros correos electrónicos, cartas y llamadas.
Me doy cuenta que al decir "descansaba" puedo dar a entender que ahora no lo hago, pero no es exacto ni honesto* afirmarlo así. Tras la mirada neoyorquina llegó la china, más tarde la sudamericana y todavía más tarde la española. Hoy por hoy toda la comunidad literaria está entusiasmada conmigo. Me respetan, me invitan, me mencionan, me nominan.. Pero tras esa cara que les visita y esas palabras "llenas de poder evocador que tan sólo las manos de un maestro pueden hilvanar" escondo el deseado temor de que me escuchen y me tengan en cuenta.
Ahora cuando escribo ya no siento la tentación de la presencia. Ya no quiero ser ese de las manías, de las idas y venidas a través de la noche cerrada; ese que hizo el pino para eyacular en su propia boca y que al inclinarse sobre el papel lo hace ante sí mismo; ahora exijo algo más elemental y más elaborado. Ya no me basta con trasladar a mi cabeza el mundo y hablarlo, ahora se trata de diseccionarlo, separar la paja del grano, aprender a señalar el cimiento que cede y el alquitrabe que desmorona. La tentación es quedarme en las miradas de los aduladores como el que se queda en las meras palabras y compone grandes epopeyas sobre nada.
Ahora entro en miles de cabezas a las pocas horas de entregar un texto y ahí llega otra tentación: la del arma cargada de pasado. Comprender y transformar el mundo. Yo no fui, yo no moldeé la primigenia pieza de barro. No estuve en la apertura de la caja, ni en la votación tras la que ahora se sacuden las manos. ¿Fantasía? No puedo, a lo sumo una representación de los objetos sin la malla del esqueleto.
Ahora no sólo soy, ahora soy para muchos. Los rótulos de salida se van fundiendo, marco mis coartadas, las cuento y las tiro por última vez. Poco a poco se concentra la mirada, la respiración se hace profunda, pausada y entre las manos el ensayo del Dr Vorratxes, mi big bang, mi gran explosión personal.
A mi querido amigo Leli y admirado Dr Vorratxes.
Gracias por no tener en cuenta el tiempo.
Zozobra.
*Honestidad: opinión que uno tiene de sí mismo. (Daniel el portugués.)