lunes, 30 de junio de 2008

Escribano analfabeto.

Cap VII (de cuando el narrador de la vida del Escribano se retracta del último capítulo y lo reescribe)

Consorte: aquel que comparte tu suerte.


Nada más pisar la ciudad, una conocida le ofreció una habitación que alquilar a un precio más que moderado en el centro así que se trasladó aquel mismo día.

La casa tenía un recibidor oscuro que se abría a un largo pasillo del que emergían las habitaciones. Una de esas casa tan grandes como mal distribuidas. Al entrar, al fondo del pasillo y a contraluz, vio una silueta de mujer. Era una figura alta y delgada que al acercarse se descubrió completamente vestida de negro excepto por los zapatos de tacón que eran de un granate escarlata con los talones desgastados.

No tardaría en aprender su nombre, su rostro, sus manos, su enfermedad.

Al día siguiente bastó una breve conversación en el pasillo para que ella le invitara a compartir el sofá que desde su habitación permitía ver la actividad diaria del mercado municipal. Allí, de forma sencilla y abierta le contó el terrible secreto de su adicción.

Mónica, ese era su nombre, había empezado a fumar heroína diez años atrás con tres amigos viendo las películas de Warhol y la Velvet Underground. Lo que empezó como un juego intelectual acabó con cuatro amigos sometidos a la más totalitaria de las enfermedades. Cuando se conocieron, Mónica hacía tiempo que luchaba desesperadamente contra el hábito, pero la equación de la Enfermedad es muy exacta, muy compleja (o tal vez incomprensiblemente sencilla), cada pieza debe ser substituida cuidadosamente.

Si la situación de Mónica era angustiosa y angustiante para el observador, su persona estaba limpia, sus afectos permanecían limpios, era un alma límpida arrollada por un infierno químico.

Después de esa conversación no tardó en llegar el primer beso, la primera cama compartida. Pasaron los meses y, como siempre ocurre, el secreto empezó a hacerse evidente en la casa, así que perturbados por las miradas entre compasivas, angustiadas y condenatorias de sus compañeros decidieron mudarse a un piso con dos pequeñas habitaciones en uno de los barrios más conflictivos y ruidosos de la ciudad. Había una doblez en aquella sufriente mujer que Escribano adoraba; un pliegue que, extendido, abarcaba toda su ternura.

Ella necesitaba la droga día y noche, su cuerpo, sus células aullaban la ausencia. Extremadamente delgada se debatía entre la rabia más irracional y una tristeza hecha del abatimiento más completo que Escribano hubiera observado. En muchas ocasiones, era él quien tomaba el metro hacia la zona alta de la ciudad para encontrarse con el negro de las bolas blancas a cincuenta euros.

Proporcionarle la droga era darle una tregua, aliviarle un sufrimiento, conseguir que reflexionara sobre la naturaleza de la Enfermedad al menos durante la primera media hora, después el poder analgésico de la heroína la transportaba a una suerte de útero en el que flotaba lejos de toda materia.

Escribano vivía abrumado por un rosario de sentimientos contradictorios. Escribano padre, Escribano sanador, Escribano todas las tareas del hogar, Escribano angustia, ternura, rabia, tristeza, algo parecido a la demencia, esperanza, pluma de belleza esperando manotazos.

Proporcionarle la droga era participar de un abismo hecho de la más baja desmotivación. Mónica era un pelele, un ratón de laboratorio lanzándose una y otra vez contra la portezuela electrificada que le proporcionaba alimento.

Escribano se iba cada mañana a trabajar en un bar con la angustia del que sabe algo terrible puede ocurrir en su ausencia. Las horas que le proporcionaban el salario se le hacían angustiosamente interminables. Llegó un momento en el que Escribano prefería que Mónica estuviera sumergida que luchando en la superficie. A veces, al despertar se la encontraba dormida, abatida con la frente sobre el teclado del ordenador: la mano derecha sobre la mesa con el mechero y el brazo izquierdo colgando inerte sosteniendo un trozo de papel de plata con los recorridos acaramelados de la heroína. La imagen entre patética y cómica de las teclas marcadas en la frente cuando la despertaba.

Escribano seguía día tras día cuidando de ella con la inercia esperanzada de un cambio,una salida, una crisis que desembocara en algo mejor. Toda aquella situación era demasiado oscura. La naturaleza de la desgana, la nausea continua a flor de piel, el abismo del primer llanto de la criatura primera. Escribano lloraba la pena insondable del amante tierno expuesto al garrote vil del acantilado de la desgracia.

Aquello duró un año hasta que Escribano, exhausto y habitando algún tipo de fondo sin nombre, animó a ciegas a su compañera a internarse en un centro de desintoxicación.

El piso quedó en silencio y Escribano con él. Durante una o dos semanas su cuerpo y sus pensamientos quedaron suspendidos. Escribano sabía que estaba reflexionando pero se le escapaba la naturaleza de sus reflexiones. Sentía como la bolita rebotaba entre los resortes generando conclusiones, preguntas, respuestas y no le inquietaba desconocerlas por completo, entendía que aquello era de lo más normal. El tiempo no cura pero piensa mucho mejor que nosotros.

domingo, 29 de junio de 2008

"Una noche, hacía ahora 2 años, había visto claro lo que sería su próximo proyecto transpoético. Se trataba de concebir una novela, más bien un artefacto, hasta entonces nunca visto: tomándo únicamente los inicios, los 3 o 4 primeros párrafos, de novelas ya publicadas, tendría que ir poniéndolos unos detrás de otros, haciéndolos encajar, de manera que el resultado final fuera una nueva novela perfectamente coherente y legible. Así, comenzar con las primeras líneas de Frankenstein de Shelley, y seguir con el arranque de Las partículas elementales de Houllebecq (sic), y a éste, pegarle el primer fragmento de La ciénaga definitiva de Manganelli, y a éste, Atrevida apuesta de Corín Tellado, y a éste, Sobre los acantilados de mármol de Jünger, y a éste, Mi visión del mundo de Albert Einstein, y recorrer así más de 200 títulos de la literatura universal, La Divina Comedia incluida, para terminar con "en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme"."

Nocilla Experience, Agustín Fernández Mallo, p. 74

Suena a Campamento Oulipiano de Verano o no?

Antártica

jueves, 26 de junio de 2008

Nueva crónica deportiva

Siguiendo el ejemplo iniciado con la reciente crónica escaquística, el anagramático Pere Rovira (no confundir con su homónimo de carne y hueso) se atreve con una crónica del partido Alemania-Turquía de las semifinales de la Eurocopa 2008. Prepárense para disfrutar de la heroica gesta (no consumada) del redivivo imperio turco...

amigos, amigas

el partido comenzaba con turquía poniéndose por delante en el minuto 20 de partido. en ese momento, me encontraba en el bar pic-zas, yo solito, rodeado de turcos y turcas despampanantes. a ambas paredes del bar, gigantescas banderas turcas colgaban exultantes. bajo el televisor otra banderilla con la media luna.

y el rugir de estambul. los turcos no paran de cantar, botar y volver a cantar, y mover sus manos en un conjuro continuo, cuál brujos. reiros de nuestros amuletos y danzas, estos turcos saben cómo se endereza un partido.

pero apareció schwasteiger con un sutil toque a pase de podolski. 1-1 en el marcador y al descanso. los turcos habrán chutado como 20 veces, un palo y un larguero incluídos. los alemanes 1 vez, y el empate en el marcador.

empieza un segundo tiempo de infarto. sigo en el bar turco. ha ido llegando más gente, y estamos que no cabemos. a mis pies se han sentado dos turcas encantadoras, de vez en cuando rozo sus cabellos con mis rodillas.

pasan los minutos, turquía lo intenta con toda su alma, los alemanes esperan, un poco más señores del partido, pero acojonaos ante el empuje otomano. pero klose es mucho klose, y rustü la caga de nuevo, tragándose una pelota totalmente inofensiva, y regalando el gol al gigante germano. ruge austria con voz alemana, y en el bar los turcos se retuercen entre gruñidos de dolor.

Fatih Tarim enloquece en la banda. literalmente. pega un grito descomunal con los brazos en el aire, y todos los turcos del bar responden con una consigna. de repente, comienzan a mover sus brazos en horizontal, con un tembleque que acojona, y yo decido unirme al ritual. reptimos al unísono "Kazim Tarim! Kazim Tarim! Kazim Tarim".

estoy loco, este mantra me ha embaucado, y ya no veo nada más que el careto de Fatih Tarim en el cuerpo de Kazim Kazim. corren por todo el bar, cantando canciones ancestrales, y el aire se impregna del aroma de estambul.

y llega el empate en el minuto 84. turquía lo ha vuelto a conseguir, el efecto Kazim Tarim ha funcionado. estos tíos son unos genios, los brujos que necesita gayrdiola. pienso pedirles el teléfono al terminar el partido, tenemos que ponerles en contacto con la porta. ni adebayor ni mierdas.

turcos de pura cepa, auténticos. turcos de verdad. turcos como las nenazas que lloran al terminar el partido, porque Alemania ha marcado el 3-2 en el minuto 90. el puto lahm.

turquía ha perecido.

la alemania de michaela ballack ha pasado como siempre pasa: apenas tres ocasiones ha tenido, tres goles ha metido.

miércoles, 25 de junio de 2008

El pasado día 16 recibimos el siguiente correo, firmado por Matilde y Frin, como respuesta imaginamos a la entrada de Marta Polbín del día 8de junio:

"Descubrimos un comentario (velado como un anagrama) que aviesamente lanzó el insufrible [sic] Bolaño sobre Fogwill: entre las obras patrocinadas por la infame viuda de Mendiluce, entre cuyas mayores glorias se contaba una entrevista cara a cara con Hitler, 'es imposible no citar La muchachada de Puerto Argentino, memorias acaso un tanto infladas sobre la guerra de la Malvinas con las que irrumpe en el mundo literario el ex soldado Jorge Esteban Petrovich'.

Claro que la alusión a los Pichiciegos no es exacta, pero deja lugar a la duda...


Además, la portada que guarda este comentario, especie de espectro con bombín, de León Spilliaert, parece darle algún crédito."

domingo, 22 de junio de 2008

For the question




sábado, 21 de junio de 2008

crònicas


Tienes ganas del cariño que dices no merecerte. Tienes ganas de arrojarte directa a la garganta incauta. Siempre hay alguien que no te conoce. Siempre hay alguien que se cruza en tu camino. Siempre hay alguien dispuesto a caer en la trampa mientras tù te jactas ebria de lo lista que eres. Tienes ganas de que te den cariño. No sè porquè pero sospecho que quieres que yo te lo dè. Y te lo pregunto. Y tù dices que no. Y mientes màs con la boca que con los ojos. No sè porquè. Una tierna protesta una contrariedad el insano acierto no me juzgues. Manoseas el aire para golpearme. Me golpeas y me haces daño, pero no el que tù crees. Calumnias y maldices. Insana. Insana. Insana. Insana intimidad. No es muy cortès por tu parte. Primero me llamas educado, esmeradamente educado. Luego crees que sigo algùn tipo de juego. Luego me tomas por tonto por ingènuo por servil por tonto. Ebria te jactas de lo inteligente que eres de lo dañina que eres. Que eres màs de lo que pienso. Que eres màs que en lo que yo creo. Va a resultar ahora que se trata de un problema de autoestima y claro que es un problema de estima propia. Dònde està tu amor que ya no lo reconoces ni cuando lo tienes delante. Dañina. Me has hablado de alguien que saca lo mejor de ti y lo peor. Durante tres años amaros y teneros. Durante tres años repeleros y casi odiaros. No te dirìa que os odio pero lo hago. Es deleznable, casi os desprecio. Dices encima que no hay quìmica. Parece mentira. ¿No es demasiado tiempo de haceros el amor para que no sea asì?. Pero me estoy desviando de lo que esta noche es. Me has dicho que el dìa de hoy es un dìa de reubicarte de reciclaje. Y entonces te has vuelto ha emborrachar a maldecir y a lapidarte. A encontrar a alguien que no te conoceque soy yo. Parece mentira pero siempre hay alguien que se cruza en tu camino. Y entonces un suspiro por el gènero humano que pierde fuerza conforme te abrazo. Un umbral donde dejarte y me alejo con la noche. (Un suspiro que gana fuerza conforme te abrazo te dejo y me alejo con esta noche que nos vende por un poco de alcohol). Arrojas lejos de ti tus zapatos rojos tus zapatos lerdos. Debiste proveerte de mejores ùtiles, luchadora. Eso no ha sido muy previsor por tu parte. Te has hecho sangre los pies. Manoseas el aire para golpearme. Pido ayuda. Me dicen que haga lo que deba. Que es encomiable por mi parte. Y volvemos a estar solos en una noche llena de calles y bocacalles y borrachos y bocajarros y risas estùpidas en direcciòn contraria. Me insultas como un diario. Como tu lapidaciòn de bourbon y cerveza cesò cuando yo derramè mi parte tus improperios van en descenso. Empiezas asì a hablar menos y tropezar màs a hacerte sangre los pies. Sigues sin hacer las preguntas adecuadas o si las haces ya no lo haces en voz alta. Debes estar hacièndotelas hace rato ya. Parece mentira que seas mujer, que sepas. Vosotras siempre sabeis, no iba ser menos ahora. Y entonces un suspiro por el gènero humano, que pierde fuerza conforme te abrazo. Un umbral donde dejarte y me alejo con la noche. (Un suspiro que gana fuerza conforme te abrazo te dejo y me alejo con esta noche que nos vende por un poco de alcohol). Esta noche no te conozco, pero vamos a poner orden a toda esta crònica porque este es el discurso del relato cuando tù te peleas y yo recibo los golpes camino a escasos dos metros de ti terminas por callarte y yo te abrazo porque tienes frio y llegamos a un lugar que quieres que sea tu casa pero no es asì y antes de abrir con un escandaloso manojo de llaves te giras y con la cara al borde del coma me preguntas si creo que vas a olvidarte de la noche entera y yo te pregunto si vas a ser capaz de recordar. Un suspiro gana conforme te abrazo y te dejo. Violeta es el color de tu nombre. Ya no mientes ni con la boca ni con los ojos. Te has hecho sangre los pies.


rotura

viernes, 20 de junio de 2008

La partida (escaqueo Project #1)

Crónica de una partida de ajedrez entre F.T.Q. i la Zorra Alevín a tiempo real, por Leli Vorratxes

Un tablero al borde de una mesa baja y blanca, cuarteado de piezas blancas y negras. El peón blanco del rey sube dos peldaños y es respondido por su oponente. El caballo salta a f3 y las negras a d6. La dama de compañía de la reina se coloca pareja al paje del rey, y el alfil negro sube a g4. Tras un rifirrafe de peones en el centro del tablero, los contendientes intercambian reinas, moviéndose el rey negro fuera de la zona de seguridad que le daban las paredes de tu castillo. Y sin embargo, el ataque blanco no se detiene: el caballo, apostado a la derecha salta para zamparse un peón, y el alfil baja a cubrir la diagonal regia. Y, señoras y señores, qué emoción, el obispo blanco trenza hacia c4, y tras acabar con el alfil negro de e6 es eliminado por un humilde pero poderoso peón. Sin un momento de tregua, el otro peón marfileño se sitúa en g5, cuál daga sangrante, directa al corazón del monarca de ébano.

Tomemos un respiro y observemos ese campo de batalla, tan presto y ya teñido de sangre noble, con las huestes blancas emplazadas en severo ataque. El rey negro se refugia, parcialmente, en los estrechos pasillos que le cobijan. Dos unidades de caballería-c3 y e5-junto la curia eclesial que infiltrada, acosa a la casa real por la diagonal negra, hacen sudar a las negras. El rey ha acabado con el caballo osado en f7, y evita, por el momento, al alfil malévolo. Incredulidad y atisbos de desespero dejan al contendiente negro con la mano alzada, calculando las posibilidades que le permitan cerrar filas.

Un momento de reposo-una enana real, que no participa del combate, deja los aposentos-y de repente la caballería negra, sacando fuerzas de los relinchos, salta al ataque. Alas, poor Yorick, el cuitado blanco, por primera vez quizá desde que iniciásese este torneo, observa con caución sus movimientos. ¿Será el momento para que la torre, encarada en d1 y con campo abierto, se desplace hacia la guarida blanca? Efectivamente, este cronista ha atinado, y por ello se merecería el pañuelo de una dama, con olor a pitiminí: la torre jalea en el jaque, y los caminos del rey se acortan. El alfil se sacrifica y muere a manos de otro alfil…sí?...no?.. el blanco titubea y este torneo, con poco respeto a las leyes internacionales del ajedrez, le permite la retracción. Acaso mejor entonces…o quizá si…susurro quedos, pensamientos veloces que cruzan las trincheras y …sangre, dolor y alfiles muertos finalmente, ninguna flechita en la declaración de la renta permite ya a la curia seguir en el juego, todo alfil ya cría malvas en el Otro Mundo del que fueron embajadores.

A continuación, son las torres, que como si los cimientos de la tierra blandieran espadas flamígeras ante un golfo tormentoso, ajustan cuentas: los casetones de la torre blanca no aguantan la acometida y el bastión se tambalea y colapsa. Bello momento siempre, heroico, cuando como ahora los peones abandonan sus seguridades y cuál Davides plantan cara al enemigo. Pocas opciones restan ya: una torre blanca de aspecto amenazante pero escorada, demasiado escorada; un caballo negro voluntarioso pero mal herrado, dos altezas más amilanadas que corajosas.

Vayamos por un momento al corazón del atanor bélico: el enemigo mira a los ojos de su oponente, se inicia ese tango lento y macabro, esa persecución de titanes en que un rey-ahora el negro-capotea con una torre demasiada enhiesta para matar pero fatal en su tenacidad. Vemos como ese peón apartado de la batalla ve acercarse el final, aplastado por la ebúrnea torre implacable, encendida de ira por las roturas de cintura del rey. Las filas de peones, otrora serviles segundones, se alzan ahora como las columnas de Hércules, como solemnes patas de elefante cartaginés que sólo conoce el final en su muerte. Y callados, entonando las últimas oraciones perniles-salva, señor, a este tu servidor Flavio Peonio- la escabechina se cierne sobre los relegados, los apartados de la gloria, los de muerte discreta, peones porta pendones y ponderados.

Recuerdo apenas la pena que versos como el que sigue provocaba en los peones cuando en las largas noches de instrucción miraban la luna reflejada en el peán:

“Apenas llega y ya penas llegan.”

O algo así. Allegados, no sufráis, porque penden sobre sus tumbas las leyendas y las canciones de su pueblo, que siempre recordaran a sus defensores y que no saben de rangos. Y punto.

Porque los excursus tienen el peligro de desviarnos, y si, como meandros, perdiéramos el rumbo de este río del relato bélico, perderíamos también el fin último que es el mar que es el morir que es el fin de este juego, va dicho: fatal. Y es que aunque se dilate el tiempo y los contendientes pausadamente mediten sobre ligeros movimientos-esta torre negra que apenas avanza una casilla para amenazar a su doppelnganger-el tictac del reloj funesto avanza hacia el morir que es el mar para las torres, los caballos y también y sobretodo, y sobretodos, S.M.R. el Rey.

Cuentan, y a lugar comentarlo ahora, que un rey nubio decidió un día detener esta siniestra rueda del destino a que su nacimiento lo atenazaba, y cuando se decidió a cambiar de ropas y bajar a los establos a dormir con los peones, una mano le abrió una puerta y allí encontró un espejo y una rosa y tuvo sueño…pero debemos volver a este nuestro presente e impedir que nuestras acertadas reflexiones despisten nuestra lectura: el espectáculo duele de mirar, dos reyes en las esquinas, lo más alejados posible, y en el centro, un empate técnico claro: dos peones blancos miran sin desmayo un caballo negro y su jinete peónido. Y quizá, y esto es material de leyenda, lo que pueda cambiar la suerte de la contienda sea este rey negro que se atreve a salta a la melé, y oh, que grande, ahuyenta el caballo. ¿Cómo pudieron los blancos perder su ventaja agresiva y acabar en ese estado?...

Jetope, jitanjáfora del arroz, presidio del olvido,

casa de hierro de la tradición y el perro verde,

general demediado de porte zafio y

atroz desmayo rojo: rifirrafe de comino y esfera

que atenaza la luz y medita el menú, ristra insomne de jofainas y pazgüeños:

gritad la hora y el carmesí esmero! Moved las caderas en allegro justo

y salvad las naves.

Jetope, salvador, destornillado y convulso jeroglífico

justo. Penad

y calzad botas de rey para que las trenzas se desmadejen y,

libres, dolidas, jirafas del ayer,

combatid con las huestes venecianas contra el caliente desamor.

Gira, rueca, sobre tu jeque de ratios finiseculares.

Gafe trismegisto bacular, zenotafio de gotas

como gotas

como gotas

como

dos

gotas

de

cuero, gime jinetera constantinopolitana

por un médico que abra la ventana y

sane al sol.

El cronista se aburría, y como recomendaron ilustres reformistas de la poesía tradicional china a principios del siglo pasado, dejó que la mano siguiera a la boca. Porqué su boca dice así, es harina de otro costal, y como tal, ahora no la discutiremos: disfrútenla sólo como si se tratase del canto burlesco del bufón real, que ameniza las largas horas del exilio de ese rey negro que, abúlico y sin futuro, desea ya la muerte, donde sucederán más cosas que en esta vida sin mañanas nuevos. Como Napoleón en Santa Helena, el rey me dice al oído: “nadie lo sabe pero no estoy loco, tan sólo cansado y sin ilusión.” El rey me cuenta también el final del cuento anterior: en el espejo vio una puerta que llevaba al campamento enemigo, y ahí estaba el rey enemigo, con su misma faz, su mismo espejo y su mismo pesar.

The End: la dama ha vuelto a la vida y acaso por ello, el rey negro, tras larga agonía, buscando la muerte por inanición de su adversario, acaba acorralado y muere."

foto by F.T.Q.


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miércoles, 18 de junio de 2008

Campamento oulipiano de verano (1)

Camaradas de la Orden del Bombín:
Para que el verano no nos amodorre, propongo una especia de taller oulipiano para ociosos caniculares. Por supuesto, se aceptan todo tipo de propuestas ludolingüísticas que sirvan para mantenernos entretenidos y que, a poder ser, animen a participar al mayor número posible de autobombásticos. Se comenta en los círculos bombináceos que El Sargento Pioje está trabajando en la elaboración de una "Historia Qwerty", así que hacemos desde aquí un llamamiento a uno de nuestros miembros más conspicuos para que se apunte a estos campamentos de verano. Sin embargo, lo que hoy proponemos es un ejercicio que podría considerarse una derivación de aquel otro que tuvo un gran éxito entre el autobombismo (y que ya no recuerdo si lo llamábamos "titòleg", "titolari" o "textítol") y que pretenderá ir más allá del título y llegar (en un esfuerzo supino) hasta la primera frase del libro; a falta de un nombre mejor, lo llamaremos por el momento "Historias iniciáticas", y consistirá en escoger la primera frase de diez libros y construir una pequeña historia con ellas (se permiten ligeras variaciones para darle coherencia al texto; lo ideal sería, asimismo, que los diez libros escogidos estuvieran juntos en la estantería; si se respeta el orden, entonces ya puede ser la hostia). Ahí va un ejemplo (que cumple estas premisas):

Oh, tú, Ateh, princesa dueña de la palabra, de quien los jázaros son deudores, apiádate de ese joven que en esta tarde calurosa de julio abandona su cuartucho en el pasadizo S. En su cabeza, la idea del eterno retorno, misteriosa. "Qué contento estoy -piensa- de haberme marchado." Oscurece ya cuando llega a Bonn, la ciudad caliente, que dicen los parisinos. En su mente, la imagen de uno de los hombres más geniales y abominables de una época en la que no escasearon los hombres abominables y geniales: un individuo de nombre Harry, llamado el lobo estepario. Sobre el Atlántico avanza un mínimo barométrico en dirección este, frente a un máximo estacionado sobre Rusia, y Gustav sale de su apartamento de la Pinzregentenstrasse para dar un largo, solitario, paseo.

¿Alguien adivina la procedencia de las frases o damos la solución? Bueno, como este es solo de ejemplo, ahí va (si alguien se anima, que decida si quiere dar la solución): Pávic (Diccionario jázaro), Dostoievski (Crimen y Castigo), Kundera (La Insoportable Levedad del Ser), Goethe (Los sufrimientos del joven Werther), Böll (Opiniones de un payaso), Nemirovsky (Suite Francesa), Süskind (El Perfume), Hesse (El lobo estepario), Musil (El hombre sin atributos), Mann (La muerte en Venecia).
Ah, por cierto, el ejemplo pertenece a Mónica Copérnica, desaparecida desde el día de La Revelación. ¿Vamos a permitir que se nos suba a las barbas?
M. P.

lunes, 16 de junio de 2008

Antártica se excusa por no haber asistido al evento del pasado sábado: "Absence is the greatest form of presence"- dice, y está en las manos de los otros miembros (¿o acaso la Quilla, Marta y la Enena se consideran miembras?) aceptar tan paratextual disculpa. A cambio, nos regala con polémica, antigua pero más jugosa, si cabe: un artículo del blogero Lector mal-herido, de español elegante e ironía perspicaz (y nunca mejor dicho...). Va dicho: lo recomendamos.

Escribano analfabeto.

Cap VII (la pesadilla y el pinball)

Nada más pisar la ciudad, una conocida le ofreció una habitación que alquilar a un precio más que moderado.
La casa tenía un recibidor oscuro que se abría a un largo pasillo del que emergían las habitaciones. Una de esas casa tan grandes como mal distribuidas. Al entrar, al fondo del pasillo y a contraluz, vio una silueta de mujer. Era una figura alta y delgada que al acercarse se descubrió completamente vestida de negro excepto por los zapatos de tacón que eran de un granate escarlata con los talones desgastados. Más tarde supo su nombre, visitó su habitación, aprendió sus manos, su rostro y su enfermedad.
Aquella mujer resultó ser como un pequeño dragón con unas enormes fauces. Poco a poco el mundo del escribano fue reduciéndose al de ella y su adicción. (Dicen que la primera vez que se a llamó "heroin" fue en la guerra de Vietnam porque infundía valor a los soldados norteamericanos.
Con los meses, Escribano kamikaze, alquilaron un piso juntos. Era un piso con dos habitaciones en uno de los barrios más conflictivos y ruidosos de la ciudad. Había una doblez en aquella sufriente mujer que Escribano adoraba; un pliegue que extendido abarcaba toda su ternura. Escribano padre, Escribano sanador, Escribano todas las tareas del hogar, Escribano angustia, Escribano demencia, demencia enamorada. Aquello duró algún tiempo, un año para ser más precisos y Escribano, exhausto y habitando algún tipo de fondo sin nombre, animó a ciegas a su compañera de infierno a internarse en un centro de desintoxicación.
El piso quedó en silencio y Escribano con él. Durante una o dos semanas su cuerpo y sus pensamientos quedaron suspendidos. Escribano sabía que estaba reflexionando pero se le escapaba la naturaleza de sus reflexiones. Sentía como la bolita rebotaba entre los resortes generando conclusiones, preguntas, respuestas y no le inquietaba desconocerlas por completo, entendía que aquello era de lo más normal. El tiempo no cura pero piensa mucho mejor que nosotros.

viernes, 13 de junio de 2008


L'Homenatge al Burrot que vam fer a la passada festa.

DE RABO A CABO

(TELETEXTO #2)

Al cumplir los trece años, cuando todavía mis pezones no proyectaban sombra alguna sobre mis pechos como tablas de planchar, mis padres –él, dependiente en un comercio de ultramarinos, ella, ama de casa hastiada y con obesidad mórbida- me plantaron un pastel de tres pisos frente a mi rostro prepúber y, emocionados, me ordenaron: ¡¡pide un deseo!! Y pedí, preansiosa, prepúber y premamona: ¡¡Quiero ser piloto del ejército!! ¡¡Quiero servir a la patria!! ¡¡Y quiero volar!! Atónitos, pero orgullosos de haber parido a un ser tan ocurrente y fascista, se murmuraron al unísono (y entre sí): “ya se le pasará”. Pero no se me pasó, como tampoco, no sé todavía por qué, mis pezones no lograron convertirse en ese sauce bajo el cual, al fresco, leía “Instrucciones para pilotar una avioneta”. A los diecisiete años, con mi virginidad intacta y con una madre con el estómago reducido –pero igual de gorda y amargada-, me alisté a M.E.T.E.M.E.T.U.R.A.B.O (Centro de Instrucción de Aeronáutica Militar de Badajoz), que por entonces ya era mixto. Ahí leí las segundas y hasta las terceras partes de “Instrucciones para pilotar una avioneta”, construí helicópteros de papel y se la chupé a medio pueblo (porque entonces Badajoz todavía no era ciudad). Después de tanto esfuerzo, logré ser, de los dos alumnos que éramos en clase, la primera de mi promoción. Mis padres, igual de atónitos que en mi decimotercero aniversario, me regalaron un Jhonny con tres ventosas y un lenguado de medio metro congelado y sin espinas. En ese momento, se convirtieron en algo más que un dependiente y un trozo de carne de trescientos quilos: ahora eran mis amigos. Poco después, condecorada y preparada para ser una mujer piloto, hice las maletas e inicié una nueva vida en Irak. Tenía dieciocho años, la edad ferpecta para instruirme de verdad y empezar a leer los diarios. O eso me decían mis superiores, especialmente Armando Rampas, un hombre erudito que, según decían los cocineros del cuartel, eyaculaba hacia adentro y sin hacer ruido. “Para ser cabo, hay que pasar por el rabo”, me susurraba los sábados Armando –quizás era judío, no lo sé. ¡Cuánta cultura!, ¡Cuánta bondad!, ¡Cuánto amor a la patria! Eso intuía yo por aquel entonces, porque, por aquel entonces, yo no entendía nada. Tampoco hoy, cuando, desde el S.A.C.A.M.E.T.U.R.A.B.O.Y.A.A.A.A.A (Centro de Reparación de Perforaciones de Rabos Gigantes de Aaaaalmería –otro pueblo de este nuestro país) escribo esta carta de despedida con el estómago reventado –que no reducido- por algo que en su momento creí que era un misil de la NASA china.
Padres míos, os quiero mucho.

Cabo Quilla

domingo, 8 de junio de 2008

Mientras esperamos ansiosos la crónica de la última farra...

... proponemos para saciar nuestra curiosidad bombinácea la inclusión de un nuevo libro en la prestigiosa Biblioteca Autobombástica. Se trata de Help a él, del autor argentino Enrique Rodolfo Fogwill, reeditado recientemente por la editorial Periférica. Sí, bombines y bombinas, solo por el título merece el honor de ser incluido en nuestra Biblioteca, pues como alguno habrá podido ya intuir se trata de un anagrama de otro relato por todos conocido. ¿Alguien da más?
M. P.

viernes, 6 de junio de 2008

LO MÁS...


Demà dissabte, a l'Àtic Parnàsic (Casanova, 85), vine a la festa més...dels últims temps.
Sigues el més...de tots.

jueves, 5 de junio de 2008

El autobombismo en Btv

Como mancha de aceite, compañeros, nuestro movimiento se extiende conquistando ahora -y por segunda vez- el reino de los rayos catódicos. Aquí tenéis una aparición televisiva de un texto de nuestro colectivo. Vean los últimos 40 segundos del programa Qwerty, a partir de 1:02:55 aprox.

http://www.barcelonatv.com/videoCarta/player.php?idProgVSD=1993&cercaProgrames=0&fInici=04/06/2008&fFin=05/06/2008&page=1

martes, 3 de junio de 2008

Escribano analfabeto.

Cap VI
...paisajes que le dejaban sin escapatoria; encuentros forzosos con la nada, el espacio entre dos sentimientos, la suspensión por un segundo del trapecista de su cabeza.
Escribano era feliz en el país de las brumas, aquel cielo bajo e inmenso y ese sol que el Mediterráneo anhela en cada atardecer. Andaba la mañana, andaba la tarde y por las noches se refugiaba al calor de los banjos y la cerveza negra.
Puede que este capítulo suene muy idílico a ojos lector pero fue exactamente así y todavía más delicado, añejo y lírico. Escribano melancólico, Escribano bajo la lluvia; Escribano con la mirada detenida en los rápidos del río, los cisnes, las barcas negras: Escribano fumador, conmovido con su verdad en la mano y el horizonte ancho.
Hubo amigos. Olof, sueco de sonrisa en la mirada, pelo atolondrado y variación musical de un alma muy parecida a la de Ascher. Olof recogía mejillones cuando bajaba la marea, tocaba la mandolina, saltaba por la playa, el campo, la casa.
Y si en un principio escribano socializó e incluso trabajó en lugares públicos, con los meses se fue retirando de la vida social para pasar los días en su diminuta casa a pie de jardín. Entregado a su oficio, hacía una diaria salida nocturna a su pub preferido con una puntualidad religiosa. Allí, los mayores le hablaban del cielo irlandés: “there’s no sky like irish sky...” bebían con él y él con ellos caldeando y dulcificando las noches al amparo de una paredes tan negras como su cerveza.
Pasaron los meses, y los días del Escribano eran planos, carentes de las tripas que evocaban sus letras. Progresivamente se fue sumiendo en una plácida tristeza que lo empujaría a dar paseos todavía más largos. Escribano se deshacía como una piedra de sal bajo la lluvia. Escribano solitario, Escribano aullando entre sábanas, Escribano en un avión, Escribano enfermo.
La vuelta a España fue fácil de no ser por la pneumonía que se trajo de Irlanda y que supuso un retiro de un mes en la casa familiar donde reposo y comida lo dejaron como nuevo. Una vez recuperado, Escribano volvía a Barcelona donde le esperaba la experiencia más real, peligrosa y brutal de su vida.

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