jueves, 17 de abril de 2008

El Eterno Final

Postrado en la cama queda el maestro.
Le falta el aliento en la mirada.
Enfermo de rabia, arruga en sus manos la manta.
La vida le ha vencido por jugar a ciegas.
Retorciendo recuerdos repasa sus grandes grandes empresas.
Uno tras otro, cada rincón de la memoria le hiere más.
Él no ha amado nunca.
Este maestro sin discípulos que jamás compartió su sabia letra solo ha podido conocer los celos.
Ha arrojado a la lumbre sus planos, sus notas, sus bocetos, y con ellos su alma.
De él ya solo queda hiel orgullosa, la envidia del enemigo bello.
Un hombre lo ha convertido en el diablo que se posa sobre las iglesias en ruinas, esperando peregrinos cansados que escupen dardos de fe.
El artista se ha creído Dios, entronizado creador divinamente inimitable.
El maestro ha enviado soldados cojos a la vanguarida y se ha puesto a sí mismo en jaque.
Su último movimiento acaba con la historia de su partida,
el drama de los muros nunca levantados llorará una lucha infinita.


Hace siglos, en Roma.


S.M.R. la EnanA (sÍc)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

envidia bella la de mi enemigo, su majestad.

Anónimo dijo...

uala, enana. nos has dejado más boquiabiertos que el ósculo del panteón de Roma. In-cre-i-ble. Fascinantum. un petó

Anónimo dijo...

deliciosamente ucrónica, muy buena si si si...

Anónimo dijo...

Ay las luchas de poder de Bernini y el innombrado olvidado. Si yo os contara, si hablaran los planos nunca diseñados del arquitecto. Vaya, que me ha sorprendido muy gratamente esta incursión histórica, sí señor.

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